Ojalá esté totalmente equivocado. Ojalá que solo se trate de una paranoia. No quiero alarmarles, pero creo que estamos siendo invadidos por una legión de zafios, egoístas y mal educados. Permítanme que les cuente lo que últimamente he vivido y padeciendo en primera persona en vivo y en directo.

Este hecho tiene un sitio y un lugar en nuestra Rambla del Obispo Orberá. Un niño de unos 10 años está jugando con un patinete; de pronto se desentiende de él y lo deja en mitad de la acera; un adulto que confiadamente pasa por ahí se tropieza con el artefacto rodante y está a punto de caer de bruces. La madre ni se inmuta: se encuentra a no más de diez metros, sentada en un banco, paladeando un helado. Ni pide perdón al perjudicado, ni le dice nada a su criatura.

Estoy seguro, amable lector, que podrían referir otros mil gestos cotidianos de mala educación.

Les confieso que en muchos casos tengo la tentación de responder, ya saben ustedes: "La frustración produce agresividad".

¿Qué hacer ante situaciones como la descrita? ¿Cómo defenderse ante tanta zafiedad? Afortunadamente, no todos somos iguales, ¿qué hacer con los otros?

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