Epílogo (preocupaciones esenciales)

No existe nada más terapéutico que vernos, conocernos y reconocernos a nosotros mismos

Los cinco artículos que preceden a este han servido para exponer, de forma breve, las preocupaciones profundamente arraigadas en la existencia del ser humano. Por una cuestión didáctica ha sido necesario tratar de forma separada estas angustias aunque es preciso destacar que, en nuestro devenir diario, todas ellas se mezclan inextricablemente representando una parte sustancial de nuestros conflictos emocionales más soterrados. Los fenómenos psíquicos tales como la voluntad, la libertad, la toma de responsabilidades, la inapelable sentencia de muerte que se cierne sobre todos y la sensación de estar carentes de un sentido vital resultan en numerosos casos los ingredientes fundamentales de una formidable "empanada mental".

Con todo, cabe advertir que este paradigma no surge para dar respuesta a toda dificultad emocional que suframos a lo largo de nuestra vida. Pero sí aporta la novedad de fusionar diferentes perspectivas existenciales de, no solo psiquiatras y psicólogos, sino también de filósofos, poetas, escritores y otros artistas. Aproximaciones diferentes y complementarias, a la sazón, de las consecuencias dolorosas y redentoras de la batalla, cuasi diaria, que libramos con las preocupaciones esenciales.

Esta serie de artículos tampoco pretende convertirnos en perseguidores implacables de nuestras propias emociones. No se trata de diseccionar nuestro comportamiento ni de analizarlo persistentemente. Este comportamiento no es natural ni sano. Sí he buscado, lo confieso, robar unos granos de sus relojes de arena a fin de facilitar alguna herramienta que nos permita un mayor grado de introspección. Nadie duda que con quién más tiempo pasamos es con nosotros mismos, nuestros pensamientos y nuestras incertidumbres. El material aportado ambiciona abonar un campo donde sembrar autoconsciencia. Tener presente cuáles son las agresiones básicas que vivencia un ser humano y cómo se defiende de ellas (con mejor o peor resultado) representa una poderosa arma contra la indefensión existencial. Representa un pasito más que nos ayuda a materializar la vieja recomendación del Templo de Apolo, en Delfos: "conócete a ti mismo".

Y es que no existe nada más auténtico y balsámico que vernos, conocernos y reconocernos a nosotros mismos. Tenemos una misión común: dejar un mundo mejor del que nos lo encontramos. Y no hay forma de hacerlo sin antes hallar la paz con nuestro Yo interior.

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