¡Equidistante, so equidistante!

tenemos una misión: analizar qué se dice y con qué intenciones, que no es poca cosa en nuestros días

Supongo que cualquier filólogo les dirá que su vocación le viene del amor a la palabra y a las palabras, algo que llevamos grabado incluso en el nombre de nuestra profesión. La mayor parte de las personas hablan, pero nosotros además pensamos, pesamos y sopesamos lo que dicen y callan las palabras que respiramos. Nuestra tarea no influye en el IBEX-35 sino, como mucho, en el Diccionario de la Lengua Española y, casi siempre, en las personas que nos rodean. Quizá por eso no se nos tiene en demasiada estima: el latín "aestimo" se refiere al hecho de convertir algo en su valor en monedas y, seamos sinceros, de eso poco tenemos y menos producimos. Sin embargo, tenemos una misión: analizar qué se dice y con qué intenciones, que no es poca cosa en nuestros días, llenos de falsedad institucionalizada, intencional y no castigada… Perdonen, iba a decir "posverdad", pero me he dejado llevar. De un tiempo a esta parte, he visto nacer un nuevo insulto, quizá el que se emite con más rabia, más violencia y más ganas de gresca: "equidistante". Impresionante, que diría mi amigo Antonio, gran filólogo. ¿Cómo algo que suena tan suave puede lanzarse entrecerrando los ojos, frunciendo el ceño, apretando los dientes y bisbiseando como una cobra a punto de atacar? ¿Qué tendrá la equidistancia cuando tantos la maldicen? Vuelvo al latín, aunque nunca lo he abandonado, para recordar que tan terrible insulto viene de "aequidistans", lo que se sitúa en el centro de dos extremos o, más todavía, la recta paralela a otra. Claro, así podríamos entender insultos literarios como: "Me gusta cuando callas porque estás como equidistante", "Érase un hombre a una equidistancia pegado" o "¡Tente, ladrón, malandrín, follón, equidistante!" Terrible, a fe mía: un insulto así sólo puede llevar a la Cuarta Guerra Mundial, la que decía Einstein que se libraría con palos y piedras. Algo más en serio, ahora: si la equidistancia supone el centro entre dos extremos, habrá que suponer que algo como la mediación o la intermediación, que también se refiere a la noción de centralidad, debería ser malo. Más aún, ningún partido debería proclamarse centrista, que sería sinónimo de "equidistante". Llegaríamos a ver el fin de los tiempos al tener que admitir que esos intermedios en los que la televisión para los anuncios y pone películas son malos, perversos, equidistantes. Todavía más en serio: la equidistancia es buena si se buscan acuerdos y soluciones. Ya saben aquello de: "mejor un mal acuerdo que un buen pleito". Situarse a medio camino permite disponer de una perfecta posición para determinar cuánto deben avanzar dos posturas para encontrarse. Quien usa "equidistante" como insulto está, en realidad, caracterizándose de violento e intransigente. Para mí que la equidistancia no tiene nada de malo y, si me apuran, tiene una ventaja: ayuda a saber dónde están los intolerantes.

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