Esclavizar a través de la emoción

El fin es crearnos una especie de chispa, corto circuito, sorpresa o sobresalto para bloquear nuestra parte más racional

Quién en su sano juicio sería capaz de poner en entredicho la relación que debe existir entre la emoción y el ser humano: nadie. No existe ningún individuo capaz de dudar ante una relación tan noble e íntegra como la humanidad en si del ser humano. Y es evidente que nadie lo va a poner en duda.

Sin embargo, ese es el objetivo, o uno de ellos, que tiene el crear un sistema que busca homogeneizar o que tiene como fin hacer del estereotipo de turno la norma de un orden determinado. Nadie cuestiona nada, por lo tanto, todo está asegurado. No poner en tela de juicio una serie de normas o conceptos en un momento dado, puede ofrecer la posibilidad de tener clara cuál va a ser nuestra respuesta en determinadas situaciones. Máxime si esos sucesos a los que nos enfrentamos han sido creados previamente por los mismos que van a tener la oportunidad de salvarnos.

Así pues, se suelen trazar desde algunos estamentos una serie de discursos o mensajes que tienen como objetivo que los ciudadanos no piensen. Desde las típicas frases inconexas como "la de los españoles muy españoles son", hasta aquellas que al principio nos parecen absurdas pero que con una buena carga de sorna y sarcasmo, se suelen reír de los interlocutores, como la muy socorrida afirmación de que en política si los sueldos fuesen más bajos, tendrían acceso al poder personas con menor preparación. O una muy bien construida: "el que los líderes se bajen el sueldo no va a significar que acabemos con la crisis". Todas estas afirmaciones lo que buscan es generar emociones y alcanzar así el inconsciente del individuo.

En otras ocasiones se apela a mensajes llenos de emotividad. Este último es mucho más fácil, pues en el imaginario de cada uno sabemos nuestros puntos débiles y fuertes. De ahí que algunas veces se haga referencia a la identidad; otras, al factor económico o social; en muchos casos, a lo inmediato, a lo de andar por casa, como fuente directa de emociones más íntimas. El fin último es crearnos una especie de chispa, corto circuito, sorpresa o sobresalto para así bloquear nuestra parte más racional. Captando solo el contenido global del mensaje. Sin reflexionar, sin pensar, sin la más mínima crítica, sin poner en duda el nuevo orden impuesto que, sin darnos cuenta y de forma muy sutil, nos han construido a nuestra justa medida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios