Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Escraches de derechas

El acoso urbano a los políticos rivales es una táctica de guerrilla urbana del XXI que Pablo Iglesias, en uno de sus hallazgos líricos, consagró como terapia de choque llamando al escrache "jarabe democrático". Recordemos a aquellos dos canallas con actitud de hienas gritando a la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, a apenas dos centímetros de su cara, en una actitud -un dosis de jarabe del Dr. Iglesias- genuinamente patibularia y profundamente machista. "Se lo merece, por corrupta y por fascista". Ay, la paja fascista en el ojo ajeno, y el propio inyectado de la viga del odio. En un escrache unipersonal, Rajoy recibió un puñetazo en la cara en un acto electoral en Galicia. Pudimos oír que "se lo merecía". Por fascista, por supuesto. En Cataluña, entre gent de pau y razzias de los CDR, los escraches indepes tenían también una justificación y un salvoconducto: un mandato cuasi divino. Recuerden a los "chicos de la gasolina" del padre Arzalluz.

Y todo lo malo se pega. El propio Iglesias es escracheado frecuentemente en su casa, aunque con menor violencia que en el episodio de Cifuentes -a la postre escracheada y desahuciada por sus correligionarios capitalinos- porque su casa de Galapagar tiene vigilancia policial permanente, y altas verjas para parar a los acosadores. En esencia, se trata de lo mismo en uno y otro caso: de odio y de mala educación (el peor maleducado es el que se blinda con continuos "por favor", "disculpe" y "gracias" para, por ejemplo, saltarse una cola). El escrache, que nada tiene que ver con una manifestación democrática, debe ser evitado y penalizado. Porque es jarabe democrático, pero de ricino. Pura caca. Y mucha mala leche.

Este fin de semana, el rasputín del zar Iglesias, Juan Carlos Monedero, ha sufrido un escrache en uno de los templos del tapeo andaluz, la Plaza del Cabildo de Sanlúcar de Barrameda. Un cretino, solo o en compañía de otros tales, lo acosó con una técnica de insulto básica: "Maricón de mierda", "rojo de mierda". Un incidente lamentable (algún memo estará todavía chuleando de su gamberrada), por mucho que el pronto vengativo nos evoque las cúrsiles palabras incendiarias del ahora vicepresidente segundo. Toma jarabe democrático, toma jarabe de palo, de madera verbal. Monedero los ha llamado "energúmenos". Y lo son. Pero en España, y menos en esta España convulsa, asustada, polarizada y con severa infección de odio, las irresponsabilidades de los políticos adictos al púlpito de tuiter deberían moverlos a quedarse calladitos de vez en cuando. Por su propio bien, ya lo vemos.

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