Escraches

Los escraches contra Iglesias son tan repugnantes como lo fueron en su día los escraches contra los políticos del PP o Cs

Es posible que casi nadie se acuerde -en nuestro país, la memoria suele estar teledirigida por las cadenas de televisión-, pero no hace muchos años le pegaron una torta a Mariano Rajoy cuando iba paseando por la calle rumbo a un mitin electoral. Con suma elegancia, Rajoy siguió caminando y procuró echar tierra sobre el asunto. De hecho, aquella agresión pasó desapercibida, y eso que Rajoy podría haberla convertido en un recurso continuado de su propaganda. Imaginen, por contraste, lo que pasaría ahora si alguien le pegara una torta en plena calle a Pablo Iglesias o a Pedro Sánchez. Imaginen el escándalo mediático, las tertulias televisivas, los gritos, los aspavientos, los desmayos en directo y los ojos en blanco. Imaginen los especiales de la Sexta y de TVE y de Sálvame Deluxe, con conexiones en directo con el lugar de la agresión para recoger las declaraciones horrorizadas de los testigos (todos ellos, por supuesto, militantes de izquierda que daba la casualidad que pasaban por allí). Imaginen las conexiones con Supervivientes y los especiales de Masterchef o de OT criticando las agresiones fascistas contra la democracia. Imaginen, sí, imaginen.

Cuando agredieron a Rajoy, poca gente lo defendió. "Son gajes del oficio", decían los tertulianos. Y además, si uno aplicaba recortes salvajes, lo mínimo que podía hacer era atenerse a las consecuencias. Y lo mismo pasó cuando se generalizaron los escraches contra políticos de la derecha, que tuvieron que soportar manifestaciones organizadas delante de sus casas y vergonzosos episodios de acoso callejero. Algunos -pocos- dijimos que los escraches contra los representantes públicos creaban un precedente peligrosísimo que podía volverse en contra de quienes los organizaban, pero fue en vano. "Si quieren ser políticos, que se atengan a las consecuencias", nos decían.

Pues bien, ahora se han vuelto las tornas y los escraches se organizan delante de la casa de Pablo Iglesias. Esos escraches son tan repugnantes ahora como lo fueron en su día los escraches contra los políticos del PP, pero quienes no los denunciaron entonces están muy indignados y piden un castigo ejemplar. Así va todo. Y poco a poco, la violencia verbal, las amenazas y el matonismo se están convirtiendo en moneda corriente entre nosotros. Bienvenidos a los años 30.

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