La España de Damocles

Hemos entrado en la llamada "nueva anormalidad", que es el mismo peligro con menos consciencia

Cuenta Cicerón en sus "Tusculanas" el caso de un siciliano, Damocles, que no paraba de poner en la picota el modo de vida de Dionisio, que gobernaba la ciudad de Siracusa desde su trono de tirano, que es como llamaban los griegos a este tipo de monarca. Parece que el buen hombre andaba todo el rato a vueltas con el enorme poder de los reyes, con su gran margen para hacer lo que les viniera en gana, con las riquezas y abundancia en la que nadaban. Como, aparte de quisquilloso, era poco discreto, no ahorraba sus dicterios y por doquier los iba sembrando. Dionisio, que podía ser tirano, pero no imbécil, en vez de reprimirlo en sus expresiones, lo convidó una noche a compartir los privilegios del rango. Llegado Damocles al palacio, se le dio el mejor lugar, el mejor vestido, la comida más lujosa y los sirvientes mejor dispuestos. Sin embargo, algo hizo que al boquirroto se le atragantara la cena: Dionisio, un auténtico precursor del aprendizaje por descubrimiento, había ordenado colgar de un hilo finísimo una espada de brillante y afilada hoja justo por encima del cuello del invitado.

Me da que no estamos para frivolidades, campañas de imagen y tonterías. Gran ocasión me parece ésta para que todos los partidos piensen más en los ciudadanos que les dieron voto, esperanza y confianza. Son momentos de que se miren a los ojos y reconozcan que todos han hecho lo posible, que todos han tenido fallos, que nadie sabía gran cosa y que cualquier gobernante busca obrar bien sabiendo el precio que puede costarle que las cosas vayan mal. Oficialmente, ya hemos dejado atrás el estado de alarma y, con eso, hemos entrado en la llamada "nueva anormalidad", que es el mismo peligro con menos consciencia. Ya no habrá forma de esconderse: cada organismo tomará sus propias decisiones, cada nivel de gobierno será responsable de sus actos ante el pueblo y, dramáticamente expresado, ante la Historia misma. A mesa y mantel puestos, con el poder en las manos y sin excusas, los que tronaban por las competencias arrebatadas han recuperado sus plenas atribuciones con la afiladísima espada del virus, la economía y el voto pendiendo del hilo de los Boletines Oficiales.

Me parece buena cosa que miren arriba, vean el ominoso brillo de la hoja de bruñido acero a un palmo del cuello y, cada vez que tomen una decisión, sepan cuál es el precio del asiento: tener siempre encima la España de Damocles.

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