España, un país arruinado

Sí esto no se remedia, podría dar lugar a un anímico estallido social ante la persistente incertidumbre política

Hemos comenzado el mes de octubre y la percepción a pie de calle es que estamos arruinados, a pesar de convertir el Boletín Oficial del Estado y los diarios oficiales en las regiones autonómicas en la panacea para parchear una situación política, cuyo futuro mediato no es nada halagüeño, aunque comenzamos a poner las luces y los árboles anunciando la Navidad o las fiestas de invierno para quienes tergiversan desde los ministerios sin cartera, la tradición y la memoria de los españoles.

Al día de la fecha, no sabemos realmente sí son 56.000 o más los fallecidos por la pandemia de la Covid-19, tampoco el número de sanitarios contagiados que ascienden a 61.000 personas, somos el país europeo más afectado en la segunda ola del coronavirus y veremos a ver sí en la tercera y cuarta, hemos experimentado la mayor caída, nunca vista en la Historia, del Producto Interior Bruto y del empleo en toda la zona euro, con un número de parados que ascienden a 3.776.485 personas, a los que habría que sumar los 730.000 trabajadores que ahora están en el ERTE, pero que son tristemente desempleados.

¿Se puede estar peor? Si. Estamos aún peor que lo reflejado en las manipuladas estadísticas oficiales y sin visos de poder solventarlo, ante la falta de cohesión en la gobernanza política y gestión pública, cuya única regla de gasto es la búsqueda constante de la estética del marketing político en los medios y redes sociales para contrarrestar al adversario partidista, sobre todo, sí éstos disponen de más sapiencia y sabiduría para sacarnos del atolladero sin palabrería hueca y cansina, y con prestancia, saber estar y rectitud a los principios y valores democráticos incardinados en la Constitución y no en decretos leyes a la carta.

Hay que arrimar el hombro con pasión y en la misma dirección en tiempos de grandes tribulaciones cívicas, y no como se ha hecho en solo hacer política de fachada con mentiras compulsivas, que no permiten, no solo no vencer la pandemia, sino incrementar el azote del virus a nivel sanitario y económico, hundiéndonos a este país en todas sus estructuras sociales y económicas.

Sí esto no se remedia, podría dar lugar a un anímico estallido social, ante la persistente incertidumbre política, ante falta de respeto de los comunistas e independistas a la Jefatura del Estado, el elevado desempleo, aumento de precios, mayor inseguridad ciudadana, el pánico ante los okupas, el camino secesionista catalán y la victoria de Eta.

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