España en 30 segundos

Cuándo terminará este rosario de desaires, de letanías en diarios oficiales, de clamores en la plaza de Colón...

Estamos cansados, agotados, de los discursos políticos travestidos y de caricaturas con sonrisas desvergonzadas en torno a la forma frívola con que tratan a nivel gubernamental la unidad de España como proyecto común de convivencia democrática con la impronta de la Constitución Española de 1978. La memoria define al género humano, lo hace, lo crea entre cipreses centenarios, que se siguen levantando todos los días entre voces, lamentos y tantas súplicas salidas de humildes corazones.

Nada peor que una persona sin memoria, desposeída de su naturaleza emocional. Nada peor que sentir el oscuro vacío del olvido acercarse brutalmente a nuestras vidas a través de leyes amorales, sin consideración a lo que somos, sin el más mínimo respeto por nuestra dignidad y por nuestra historia. Por qué tener que crear leyes entre tramoyas y bastidores teatrales que nos devorarán, cuando la Constitución se cimenta y garantiza la unidad, la igualdad y la convivencia, y la justicia.

Nada peor que sentir cómo, poco a poco, vamos olvidando aquello que, en otro tiempo, nos incendió con hermosa pasión primaveral en la Transición los sentimientos y que, creíamos que siempre iba a permanecer inmutable en nuestro recuerdo, para recrearlo y compartirlo con las futuras generaciones y por respeto a los que nos habían precedido.

Nada peor que intentar llegar a ese tiempo de luz sin tiempo, como ausentes, vacíos de gestos, de miradas, de caricias, de silencios perdidos y ahogados en no sé qué espacios de nuestro cerebro, en no sé qué diminutas parcelas de nuestra débil materia. Contra ello, contra esa fuerza aniquiladora de nuestra historia secular, a la mujer y al hombre no les queda más que la palabra, la palabra como principio, como reflejo de la experiencia, como signo de una verdad vivida, como triunfo sobre la nada.

Cuándo terminará este rosario de desaires, de letanías en diarios oficiales, de clamores en la plaza de Colón o en la Carrera de San Jerónimo para iluminar con esperanza las tinieblas de la contrita alma de España. ¡Acaso no somos nada ni nadie para que respeten que queremos vivir en paz y armonía en nuestra Nación y Estado, y los indultos nos desunirán, aún más, a los territorios y sus gentes!

En fin, España petrificada en 30 segundos, agónicos, irritantes e improvisados de susurros no auditivos con membrete oficial para gestionar con hipocresía europeísta la plenitud y el bienestar de nuestro quimérico país. Paz y Bien.

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