Opinión

Joaquín Pérez de la Blanca

Esperpento

El escándalo que se está viviendo en la capital del Reino Unido, donde su primer ministro pecó de ciertos excesos festivos en plena pandemia mientras sometía a la población a un confinamiento severo, se paralizaba la actividad económica y morían miles de personas a diario, está generando una oleada de rechazo social hacia su gestión y su persona; y veremos si no este asunto no le obliga a presentar la dimisión, considerando la prensa especializada amortizada ya su carrera política.

En clave nacional, pocos permanecieron ajenos al lamentable y esperpéntico espectáculo con la entrevista televisiva realizada al exalcalde de Marbella, condenado y encarcelado por corrupción durante aquellos años en que la gestión política en España superaba la ficción. Se mezclaban políticos y chorizos, poniendo en jaque las garantías del sistema y la ética y honestidad de muchos de los dirigentes del momento, quienes en algunos casos aún subsisten hoy día; Años en los que se institucionalizó la corrupción, pervirtiendo un sistema que al final terminó por explotar, obviamente, y del que todos fuimos espectadores y víctimas, en mayor o menor medida.

Desconozco si psicológica y emocionalmente resulta más beneficioso para la salud mental de nuestros ciudadanos conocer con nitidez y exactitud las barbaridades que se han cometido y se seguirán cometiendo. El cansancio, la desconexión y el hartazgo del ciudadano con los representantes públicos es una realidad, y además comprensible. Conocer a través de la vida del señor Muñoz y su exconsorte, "La Pantoja", cómo se gestionaba de forma casi generalizada el urbanismo en esa época en España; descubrir el verdadero destino del dinero que debiera haber ido a los parados en Andalucía; revelar la adúltera relación entre la universidad y la clase dirigente; recordar investiduras municipales que han sido del todo surrealistas, hacen que los excesos festivos del primer ministro inglés sean anecdóticos.

Quizás partamos de la misma premisa: la de un político desprendido de toda vergüenza, pero con unas consecuencias muy diferentes entre el modelo anglosajón y el español. Al menos siempre nos queda la esperanza del plebiscito electoral para hacer justicia. Nada mejor para ello que hacer memoria y recordar la hoja de servicios de cada político a su ciudad, incluyendo los aciertos y los fracasos, sí, pero especialmente la búsqueda del bien general por encima del político y maquiavélico. El primero dejará huella a futuro, el segundo no.

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