El escándalo que se está viviendo en la capital del Reino Unido, donde su primer ministro pecó de ciertos excesos festivos en plena pandemia mientras sometía a la población a un confinamiento severo, se paralizaba la actividad económica y morían miles de personas a diario, está generando una oleada de rechazo social hacia su gestión y su persona; y veremos si no este asunto no le obliga a presentar la dimisión, considerando la prensa especializada amortizada ya su carrera política.
En clave nacional, pocos permanecieron ajenos al lamentable y esperpéntico espectáculo con la entrevista televisiva realizada al exalcalde de Marbella, condenado y encarcelado por corrupción durante aquellos años en que la gestión política en España superaba la ficción. Se mezclaban políticos y chorizos, poniendo en jaque las garantías del sistema y la ética y honestidad de muchos de los dirigentes del momento, quienes en algunos casos aún subsisten hoy día; Años en los que se institucionalizó la corrupción, pervirtiendo un sistema que al final terminó por explotar, obviamente, y del que todos fuimos espectadores y víctimas, en mayor o menor medida.
Desconozco si psicológica y emocionalmente resulta más beneficioso para la salud mental de nuestros ciudadanos conocer con nitidez y exactitud las barbaridades que se han cometido y se seguirán cometiendo. El cansancio, la desconexión y el hartazgo del ciudadano con los representantes públicos es una realidad, y además comprensible. Conocer a través de la vida del señor Muñoz y su exconsorte, "La Pantoja", cómo se gestionaba de forma casi generalizada el urbanismo en esa época en España; descubrir el verdadero destino del dinero que debiera haber ido a los parados en Andalucía; revelar la adúltera relación entre la universidad y la clase dirigente; recordar investiduras municipales que han sido del todo surrealistas, hacen que los excesos festivos del primer ministro inglés sean anecdóticos.
Quizás partamos de la misma premisa: la de un político desprendido de toda vergüenza, pero con unas consecuencias muy diferentes entre el modelo anglosajón y el español. Al menos siempre nos queda la esperanza del plebiscito electoral para hacer justicia. Nada mejor para ello que hacer memoria y recordar la hoja de servicios de cada político a su ciudad, incluyendo los aciertos y los fracasos, sí, pero especialmente la búsqueda del bien general por encima del político y maquiavélico. El primero dejará huella a futuro, el segundo no.
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