Estrategia y excelencia

Es fundamental motivar e incentivar la Equidad. Un valor ético que implica justicia

Estamos ante un nuevo orden económico, social y cultural, en el que la Administración Pública y las empresas van a tener un papel primordial. Sobre todo, en lo que concierne en la gestión de la riqueza pública dirigida al bien común, que no es otro que el buen gobierno, la inversión, la innovación y la gestión óptima de los recursos.

Ante esta nueva disrupción existen dos factores claves en el desarrollo de los territorios: Estrategia y Excelencia, junto con la interacción entre las empresas y el Estado, una dicotomía fundamental para garantizar la estabilidad, la igualdad de oportunidades, los derechos y libertades, la justicia, el progreso y el futuro.

El desarrollo de los territorios pasa de forma inquebrantable por la articulación equilibrada y unísona de los actores económicos, sociales y culturales. No podemos enfrentarnos a los nuevos cambios y a un perspectiva distópica, si no somos capaces de realizarla sin una responsabilidad social y un compromiso con la ciudadanía. Evitar la distopía social nos supone acercarnos a esa excelencia tan esperada, pero que sin la estrategia necesaria y sin el impulso del talento y la innovación, no sería factible. Y todos estos esfuerzos implican lealtad y compromiso institucional de todos y de todas, en su defensa permanente. Es fundamental motivar e incentivar la Equidad. Un valor ético que implica justicia. Igualdad de recursos, social, de género, de educación, de derecho, que sean inclusivos y que sean capaces de velar por el interés de todos y de todas aquellas que conformamos la sociedad.

Pero para ello hay que alcanzar la eficiencia. El buen gobierno de los recursos públicos y privados, que nos dan la oportunidad de optimizar nuestras capacidades, y que son gestionados en pro de la ciudadanía y de la excelencia. Con eficacia, para poder acceder a las objetivos marcados y sobre todo con efectividad, el empleo perfecto de la eficiencia y de la eficacia. El nuevo futuro que nos espera debe afrontarse con la convicción que es prioritario crear las estructuras y las infraestructuras necesarias que impulsen la educación y la formación, como ejes fundamentales del tejido social y cultural, junto con el espíritu crítico, el talento, la excelencia, la cultura de equipo, la estabilidad y el empleo. El desarrollo de los pueblos pasa por imperativo por el desarrollo formativo cultural y académico de los territorios.

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