La tapia con sifón

Estudios gastronómicos

Ignoro la preparación de los múltiples influenceros que pululan en las redes

Cuando empezaban los estudios de Turismo en la UAL, allá por el curso 1995-96, una alumna me preguntó qué carrera había que cursar para ser crítico gastronómico. ¡Benditos ingenuos tiempos! Hoy a ningún joven se le ocurriría preguntar qué tiene que estudiar para ser "influencer". Antes del diluvio universal tecnológico, un crítico -musical, literario, gastronómico…-, para obtener un espacio en un medio de comunicación tenía que acreditar conocimientos de la materia y criterio. Se lo intenté explicar a mi alumna mediante mi propia experiencia, que creo que era parecida a la de otros críticos que conozco. Durante años aproveché mis escasas vacaciones y mis viajes profesionales para comer en los restaurantes, mesones y bares interesantes de cada lugar, comprar productos emblemáticos y participar en las catas de vinos y productos a mi alcance. Y complementado con abundantes lecturas de libros, recetarios, artículos de prensa, etc.. Después de muchos años, digestiones, resacas y dineros invertidos, un día escribí un artículo sobre la cocina tradicional almeriense que tuvo una cierta repercusión. Me pidieron más artículos, luego una columna semanal y, finalmente, José María Artero me convenció para escribir un libro.

Ignoro la preparación de los múltiples influenceros que pululan en las redes, pero las pocas cosas que leo de algunos dan la impresión de falta de experiencias y de conocimientos. Hasta las fotos suelen ser malas (la fotografía de platos es difícil). Y encima se nota con frecuencia un interés "económico", hablando en plata, que van a que los inviten, No quiero decir que todos los críticos "antiguos" fueran expertos e incorruptibles. Conozco casos de críticos y periodistas (que no son lo mismo) venales. Un crítico de La Razón, para comer gratis se llevaba a un fotógrafo y le decía que no le pusiera carrete. Y un conocido periodista de aquí me dijo un día que ya no tenía sitio en su casa para guardar tanto vino y licores como le regalaban los bares y restaurantes que "sacaba" en el periódico. Y esto lo dijo sentados a una mesa en la que también estaban Antonio Carmona y su esposa Manola Baraza. La credibilidad de estos dos (y otros similares) es nula, pero en el caso de los actuales influenceros es difícil de medir. Tienen seguidores, pero no sabemos si les hacen caso a la hora de ir a comer.

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