Eutanasia, derecho a una muerte digna

No es el caso, pero mi sufrimiento es mío, como la vida que he vivido, y mía la hora de decidir el adiós

Decidir cómo vivir mi vida es un derecho que está fuera de toda duda. A quién amar, que estudiar, dónde viajar, en qué lugar vivir, que causas defender, con quien llorar. La muerte, también, forma parte de mi vida. No hay mayor verdad que solo hace falta estar vivo para morir. No existe la vida sin la muerte. No tendría emoción alguna. No tengo un pacto con el diablo que me evite morir. Por eso el carpe diem nos impone vivir cada momento como si fuera único. Hay leyes y leyes. El pasado 18 de diciembre será una fecha histórica. En el Congreso de los Diputados se aprobó por un amplio respaldo la primera ley que regulará en España el ejercicio del derecho a la eutanasia, o si lo prefieren, el poder decidir morir dignamente.

La aprobación de la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia es toda una victoria. La aprobación de la eutanasia ha recorrido un largo camino cimentado en personas: Carlos Gómez, Ramón Sanpedro, Madeleine Z., Inmaculada Echevarría son algunos nombres representativos por su impacto social, pero hay más. Cuando la muerte está en el cancel de tu puerta y la ves venir, y es insoportable la poca vida que nos queda, no entiendo las razones por las que alguien pueda cuestionar la libertad de despedirnos unas horas, unos días antes. Los suficientes como para que no sufra lo intolerable; como para no hacer sufrir a los míos, a los que me rodean, como para no desear unos cuidados paliativos, extenuantes, que por regla general generan más dolor que la propia muerte. Esa frase que alguna vez hemos usado con bastante ligereza, "ya ha descansado" lo resume todo.

La nueva ley aprobada en el Parlamento que nos empareja a los países más avanzados que ya la tienen, regula de manera muy garantista el derecho a morir, como continuación al de vivir dignamente.

Hay que ser mayor de edad, sufrir una enfermedad grave e incurable, o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante que me impida valerme por mí mismo, o que conlleve sufrimiento físico o psíquico. Solo puede solicitar la ayuda el paciente, por escrito, debiendo estar fechado y firmado. Además, en cuatro ocasiones hay que ratificar la voluntad de morir.

Avanzamos en libertades. Avanzamos en humanidad.

No es el caso, pero mi sufrimiento es mío, como la vida que he vivido, y mía la hora de decidir el adiós. "Tengo derecho a una muerte digna".

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