El Evangelio en las Cinco Llagas

Fue una sorpresa escuchar el discurso de Serrano en el Parlamento de la tan cristiana Andalucía

Debo reconocer que soy alérgico a los debates parlamentarios. En realidad a casi cualquier forma de debate excepto los académicos o científicos, quizá porque las normas de respeto recíproco que los rigen los convierten en otra cosa, por encendidos que sean. Por el contrario, al menos en nuestra tradición reciente, los debates parlamentarios, tan encorsetados por los reglamentos, suelen carecer de espontaneidad y, lo que es peor, de la verosimilitud que se debe exigir a cualquier representación. Su mayor aliciente para muchos aficionados consiste, además de en ver confirmados los prejuicios previos sobre oradores y partidos, en la aparición de la navaja cabritera a través de la respuesta por lo general más mordaz que ingeniosa, más maligna que inteligente.

No hice ninguna excepción con la sesión de investidura de Moreno Bonilla y me escurrí de lo que podría haber sido mi obligación a tenor de la expectación suscitada por el suceso y de mi condición de columnista. Sin embargo, la insistencia de quien puede hacerlo -es decir, de mi mujer- para que oyera a toro pasado el discurso de Francisco Serrano, me produjo la inesperada sorpresa de escuchar quizá por vez primera en el Parlamento de la tan cristiana Andalucía, y en suelo que fue iglesia, citas expresas de un evangelio, el de san Juan, y de una conocida oración atribuida al santo de Asís. La cosa no provocó, que yo sepa, ningún rasgamiento de vestiduras laicas, antes bien dio pie a una ciertamente intencionada respuesta en clave igualmente evangélica de Susana Díaz, quien no debe tener del todo olvidados sus tiempos de catequista en la parroquia trianera de la O. Pero lo mejor vino luego.

No ha tenido en los medios la repercusión que merece la anécdota, el hecho de que la indisposición de Teresa Rodríguez, en "avanzado estado de gestación" como repiten las crónicas, precisó de la asistencia de un médico. Quiso la casualidad que el que se encontrara por allí no fuera otro que Rafael Segovia, uno de los doce diputados de Vox a los que doña Teresa había vestido de limpio en su subida intervención de pocos minutos antes. Fue él quien la atendió de inmediato y yo quisiera ver en ese noble gesto, que apenas nadie ha señalado ni valorado, el mejor augurio: "El Señor está cerca de los que lo invocan" dice el salmo. ¿Y qué es cristianismo en el fondo sino hacer posible que Él actúe?

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