Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Exceptio veritatis

Humillando, como el bravo que se retuerce ante el empuje de la pica, la verdad se representa finalmente fuera del escenario

Un rayo de sol a través del sucio ventanal y en su esquina el inicio de nueva vida, pues los vencejos empezaron a planear libremente construyendo lo que pronto será cobijo de un retoño. Ese sol que ha hecho realidad que lo que estaba muerto empiece a sobrevivir, exhibiendo la lozanía y ese rubor que surge de sus entrañas. Un gesto, una mirada, una imagen de reunión, de comprensión. Una mirada al suelo.

Humillando, como el bravo que se retuerce ante el empuje de la pica, la verdad se representa finalmente fuera del escenario. De tragicomedia a esperpento.

Hay motivos para estar contento aunque todo no ha terminado. Es imposible saber lo que se puede hacer con los rescoldos en la escombrera donde se ha echado todo lo vomitado. Buscando un palo que aguante, que no quiebre con el siguiente envite. Dudando, pues siendo un tablero interminable donde todas las piezas tienden a darte un chorro de sangre como garantía, la duda es pan duro. Amanece y ha vuelto el sol a lucir esta mañana, después de una madrugada desbocada de sueños, vuelve la luz ofreciendo un pozo donde caer de nuevo penando. Se abren las carnes al paso del acerado filo y brotan las entrañas, de igual manera que quieren abrirse esos sueños en medio de la vigilia. Es el brotar de las vísceras que al apartarlas exhiben el mecanismo privado que nos mueve responsable de nuestra existencia, las tuberías de la vida, el latido de nuestro motor, el movimiento sinuoso que acompaña a todo, pues todo se mueve…y todo lo que se para, se emponzoña, muere y apesta. Aguijones, púas, colmillos retorcidos o lanzas…en el fondo de ese pozo donde se pretende dormir y descansar, sólo esperan dagas y puñales. Tropezando mil veces como hasta ahora y después de haber exhalado lo que creía un último suspiro, descubro que todavía quedaba un latido más, uno que podría poner en marcha de nuevo, el que ha de llevar a otro escalón más, a otro peldaño, a otra prueba más.

Lo disfrutado es breve, cuando se siguen rumiando y mascando piedras tras haber caído mil veces, pero demasiado que perder no es todo, sino que siempre es superable hasta un límite que se podrá comprobar. Porque no se arrastran sinsabores sino un ideal. Lo que aprendí y lo que me enseñaron, lo que transmito y lo que quiero dejar.

Algo bueno, si así es considerado.

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