La otra mirada

Ruth García Orozco

Expediente X

LO del Algarrobico suena ya a cachondeo. O a culebrón venezolano. O a … ya una no sabe cómo calificar lo incalificable. Yo pensaba que lo de la sentencia aquella que ordenaba la demolición y declaraba ilegal el conjunto algarrobal era firme. Y por firme, en mis cortas luces, yo creía comprendido lo definitivo, invariable, intocable… Pero parece que no. Que como en los colchones, en las sentencias hay diferentes grados de firmeza. Y a lo mejor o peor una se está equivocando porque al fin y al cabo la maraña judicial que envuelve a esta aberración es también eso, una aberración que no tiene ni pies ni cabeza y no hay por dónde cogerla, y sólo la entienden quienes la han parido. Pero a mí mi sentido común me indica que una construcción de estas características, en el sitio donde se ha enclavado, es una abominación, y si ha habido una normativa que la ha ya permitido, pues comparte el calificativo con su resultante.

Ahora se enzarzan promotores y organizaciones denunciantes en la batalla final, exigiéndose mutuas responsabilidades que pueden incluso llegar a salpicar a los organismos judiciales que han intervenido en el proceso. ¿A tanto va a llegar el tema? ¿Es una cuestión de tener razón o de ser razonables? A mí me suena un poco a aquello del "mantenella y no enmendalla" que también es marca de nuestra casa y que nos ha dejado muestras históricas de batallas campales que acaban dejando por el camino más cadáveres que los que inicialmente se trataban de salvar.

No sé si al final el tema habrá de llegar a Estrasburgo para que alguien desde fuera, con una cierta neutralidad, pueda calificar el tema de forma justa. Yo puedo tener mis preferencias y razones, y puedo estar más o menos contaminada por mis prejuicios personales, pero a nivel de seguridad jurídica es necesario pedir unas ciertas garantías. Si en marzo de 2012 el Tribunal Supremo declaró la construcción ilegal y ordenó su demolición mediante sentencia "firme e irrevocable", ¿a qué viene esto ahora? Confieso que no me he leído la sentencia del TSJA en la que ahora se declara urbanizable el suelo en el que se asienta la mencionada abominación. Sólo estoy hablando desde mi punto de vista personal e intransferible, y lo único que me viene a la mente es la palabra perplejidad. Y también cómo no, no puede una evitar preguntarse si al final en este país es suficiente con tener los medios de seguir presentando recursos cuando a uno le avalan más los dineros que la razón hasta encontrar un sitio en que se la den.

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