Expedito

Llegó rendida a casa, tras un día agotador, su vientre plano, delataba no haber albergado vidasQuerido Zamarrón, vuelve al museo de cera o quédate para sufrir. O ponte de perfil indolente y deja de ser tú y sé como ellos

Su voz grave como de súplica aparece de improviso y reverdece el mustio panorama de las palabras bajo su rostro de abuelo de venerable barba blan-ca. Los ágrafos modernos apenas le hacen caso porque realmente no le en-tienden, no conocen ese lenguaje porque no conocen el diccionario y no han abierto nunca un diccionario, ni siquiera lo han consultado en sus planas tabletas y por eso no entienden ni entenderán nunca lo que quiere decir el septuagenario diputado cuando dice expedito: adj. Desembarazado, libre de todo estorbo. Y es más, les da totalmente igual. Seguro que a ninguno le ha urgido presto a consultar los significados porque lo que diga el anciano ni significa ni significará nada, es un anacronismo andante que ha aparecido de súbito y al que no dejarán jamás dar un discurso ya que convertirá la arenga en una filípica contra sus señorías y no estará a lo que hay que estar, al in-sulto, a la polémica, a la táctica y a la crispación. Desengáñese y no pierdan temor de tener que escuchar filigranas de verdadera oratoria que les haga sufrir porque como no le pusieron las orejas de burro en la escuela inclusiva, tampoco van a permitir que se las ponga la vida. Lo más que llegamos es a comparar con el ínclito Valle a este señor y tranquilos porque a nadie le va a dar el impulso de leer a Valle (-Inclán) ni leer otra cosa que no sea la última tontería que exhale del mecanismo de hacer tontos. Tampoco les importa cuando diga en la radio que no es un prosopón o que haya tenido una vida recoleta. No turben su sueño pensando que ahora van a tener que aprender palabras que no sabía o incluso tengan que leer alguna obra en lengua caste-llana ya que pronto pasará la anécdota, la rareza, el dislate, la minimanía, el mira ese, el de las barbas y volverá el esperpento al hemiciclo. El parlamen-to, en vez de ser ejemplo como quizás lo fuere alguna de fecunda cultura, ardiente verbo, lenguaje rico y manantial de prohombres, volverá a ser en breve el pajar de rebuznos y el festival de la majadería pagada a escote por suscripción popular por los que tampoco tienen gana de escuchar al abuelo Cebolleta contando sus batallitas. Tal vez algún programa mendaz y mediá-tico lo contrate como mono de feria para que tertulie con los que tampoco lo van a entender. Querido Zamarrón, vuelve al museo de cera o quédate para sufrir. O ponte de perfil indolente y deja de ser tú y sé como ellos.

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