República de las Letras

FÚTBOL EN EL COLE

El fútbol en el cole no tiene nada de pedagógico. Fomenta vicios sociales. No vale la pena el gasto en suelo

Cataluña va a revisar el asunto del fútbol en los colegios. Por fin hay alguien que toma conciencia de lo nefasto de esta actividad en los patios de los centros. He sido profesor de Educación Física durante dos décadas y les puedo asegurar que el mayor inconveniente que me he encontrado en el desarrollo de mi asignatura ha sido el fútbol. Ya, ya sé que van a decir que es un deporte como otro cualquiera. Pues no.

El fútbol para adultos hace ya mucho tiempo que dejó de ser un deporte. Se convirtió pronto en España en un espectáculo, y después en un negocio milmillonario. Pero no va por ahí este artículo, con todo lo que habría que decir sobre ese aspecto de este vidrioso asunto.

Todos los deportes generan competencia en los niños. Y con ella, el deseo impetuoso de ganar a costa de lo que sea. Esto conlleva que, salvo que el profesor o profesora establezcan mecanismos de corrección y pactos con los alumnos -lo que para ellos frecuentemente descafeína los partidos-, se pueden producir situaciones discriminatorias: nadie querrá tener en su equipo al gordito, al patoso o al niño cuya integración precisa de la participación también en este tipo de actividades.

Se producirán liderazgos. Con frecuencia el que mejor juegue adquiere prestigio y todos querrán ir en su equipo. Muchas veces estos liderazgos pueden ser ejercidos indebidamente, con el único objetivo de ganar. Acabado el partido, los niños no sienten a sus adversarios en el patio como compañeros igual que antes de jugarlo. Ahora, si no se anda listo el profesor, pueden convertirse en enemigos y hacer víctimas a los perdedores de bromas y burlas. Es muy difícil inculcar a un niño que lo importante es participar, porque para él lo importante siempre será ganar.

Bueno, pues con el fútbol en la hora de Educación Física todo esto se multiplica por diez. De entrada, se pretenderá separar a las niñas. El fútbol que los niños entienden es el de sus padres -digo padres, no madres-: masculino, con marcados visos machistas. Además, no caben los débiles. Esto no es una diversión, es un reto físico y social: hay que ganar. Cuántas veces, por ejemplo, he evitado le dispararan un penalti a un atemorizado porterillo por el riesgo de que un balonazo en la cara le dejase grogui.

El fútbol en el cole no tiene nada de pedagógico. Al contrario, fomenta vicios sociales. No vale la pena el gasto en suelo. Cataluña se ha adelantado.

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