Utopías posibles

Fábrica de parados

Hay que luchar contra este tipo de discursos, que a menudo reproducen tanto el profesorado como las familias

Andrés nació en la transición. Pertenecía a una familia de clase trabajadora. Su padre, que no terminó ni los estudios primarios, era un pequeño propietario que trabajaba la tierra. Su madre sí tenía el Graduado, pero como tantas mujeres en su época, no tenía trabajo remunerado, aun echando muchas más horas que su padre, en casa. Con muchísimo esfuerzo, su familia consiguió pagar estudios a su hijo en una universidad cercana donde consiguió terminar estudios de Magisterio, y continuó hasta obtener una Licenciatura. Le llamaron enseguida para trabajar en un colegio privado, y a los dos años sacó las oposiciones a profesor de Secundaria.

A menudo se escucha a Andrés en los pasillos, en la sala de profesores (nunca profesoras) e incluso en reuniones de tutoría comentar que "hoy en día, la Universidad no sirve para nada, es una fábrica de parados".

Hay que luchar enérgicamente contra este tipo de discursos, que a menudo reproducen tanto el profesorado, como las familias y amplios sectores de la población. En primer lugar, porque es radicalmente falso. Los datos están ahí. El porcentaje de paro entre jóvenes con titulación superior es muy inferior al paro entre jóvenes sin titulación, o solo con la obligatoria.

En segundo lugar, el mensaje es absolutamente desalentador y desastroso para el alumnado. Les estamos diciendo que el estudio no sirve para nada, que el gusto por el conocimiento, tampoco, y que estudien más o menos, da igual, porque al final no les va a servir de nada. Las expectativas caen en picado y como sabemos, se terminan cumpliendo. La sociedad tiene que tener claro que la mejor inversión es en conocimiento, y que al final siempre se obtiene recompensa.

Por último, es de una total incoherencia que personas con titulación universitaria, que han obtenido su bienestar y han construido su futuro gracias a sus estudios, trabajen activamente para negar esos beneficios a su alumnado, o peor aún, a sus hijos e hijas. Es como si quisiéramos una cosa para nosotros y otra para los demás.

En estos tiempos de relativismo moral y de ideología "Mr. Wonderful", nos volcamos en mensajes sobre "ser feliz", sin caer en la cuenta que la felicidad también es construir un proyecto vital y profesional. No se trata de que todo el mundo llegue a la Universidad, sino de que cada cual elija su camino con total libertad, sin que se les cierre ninguna puerta de antemano.

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