Falso/no es verdad

Se podría pensar que estos mensajes antitéticos dan lugar a una sínteis en la mente del receptor

Todo está controlado". Falso. "Esto es un desastre absoluto". No es verdad. "El peor gobierno de los últimos 80 (luego dijo 800) años". Falso. "Este gobierno saldrá en los libros de historia". No es verdad. "España está a la vanguardia de Europa (incluso del mundo)". Falso. "No somos nadie en el mundo". No es verdad. "Hemos hecho todo lo posible". Falso. "No han hecho absolutamente nada bueno". No es verdad. Podríamos seguir con ejemplos similares. En todos encontraríamos los mismo: una larga colección de mensajes falsos, todos en un lenguaje hiperbólico. Y todos ellos intercambiables en boca de líderes políticos que utilizan unos u otros según estén en el gobierno o en la oposición, o de algunos comunicadores. Todos con la misma característica: su falsedad. La intencionalidad es clara: convencer a sus seguidores de la fuerza y puridad de su partido y ganar votos. Alguien podría pensar que esta serie de mensajes antitéticos podrían dar lugar a una síntesis fructífera en la mente del receptor. Pero me temo que no es así. Más bien se produce una doble reacción. Por una parte, saturación en los receptores que tal vez no soporten tanto lenguaje vacío, y desconecten. Por otra parte, una polarización entre los convencidos de un lado y de otro que termina modulando las discusiones de barra de bar que, al igual que las de sus líderes, ofrecen las mismas aseveraciones vacías, sin justificación, sin argumentos, reduciéndose todo a un "porque sí" o "porque lo ha dicho la(mi) tele, la(mi) radio), el (mi)periódico". La primera reacción es mala. La segunda, peor. O al revés. Yo me reconozco entre los primeros. Desde un tiempo a esta parte no resisto esas frecuentes declaraciones y desconecto. ¿Para qué prestar atención si sé que no me van a decir nada, ni nuevo ni viejo? Y por lo mismo rehúyo las discusiones sobre política a no ser que atisbe un buen grado de racionalidad en mis interlocutores. ¿Tan difícil es, políticos y opinadores, reconocer los aciertos de los demás o las propias deficiencias? Si tal se hiciera podría tener como consecuencia conversaciones más racionales y no las auténticas barbaridades que denigran las redes sociales. Si alguien se queja de esta democracia puede que lleve razón porque la comunicación de los líderes políticos y de opinión es sumamente ramplona y con eso falla el fundamento de la libre elección de los electores: siempre estará empañada.

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