Faltas humanas

La bondad parece extraña a la condición humana, aunque se afirme que el hombre es bueno por naturaleza

La condición humana no dejará de reclamar los más diversos escrutinios, ya filosóficos y morales, también literarios o artísticos, asimismo psicológicos y clínicos, a fin de discernir, ahí es nada, cómo somos. Así fue en el tiempo remoto, de tal modo lo es en las desganas posmodernas de hogaño, y también lo será en el devenir del tiempo algo nublado -juego de palabras aparte- por la incertidumbre. En la Edad Media, la ilustración de los príncipes y de los reyes era encomendada a la sabiduría que atesoraban distinguidos coetáneos o a la ya manifestada por esclarecidos predecesores cuyo pensamiento quedó documentado en obras que, allende el tiempo, se hicieron clásicas. Un rabino del siglo XIV, natural de Carrión de los Condes, en Palencia, Sem Tob, compuso unos Proverbios morales para la educación de Pedro I, que reinó de 1350 a 1369. Agustín García Calvo, entre la diversa obra a que dio forma hasta su muerte, el año 2012, prestó atención a tales Proverbios en una edición crítica. Y algunas enseñanzas del maestro judío resultan a propósito porque nos señalan sin contemplaciones ni miramientos: "Cosa tal como el hombre de peligrosa no la hay en el mundo ni tan dañina ni tan malhechora". Esta universal perversión de los hombres -considerados con ese término los seres animales racionales, sean varones o mujeres- acaso resulte desmedida. Porque a diestra y siniestra de cada quisque no solo aparecen hombres protervos sino asimismo colmados de bondad bienhechora. Otra cosa son las "faltas humanas", religiosamente convertidas en pecados capitales y. de modo más general, directamente emparentadas con los vicios. Tal es el elenco transgresor: la soberbia, la ira, la avaricia, la envidia, la lujuria, la gula y la pereza. Esta última, quizás más venial y disculpable por el doméstico remolonear con que cursa. Aunque también otros de esos vicios sean atemperados, e incluso alabados, por las distantes y distantes interpretaciones del relativismo moral. Escribió Sem Tob: "no se da por harto -el hombre- si no es con hambre de otro ni por rico en tanto que otro no pierde su ganancia". Mientras que hartas las bestias, hecha la comparación, con eso solo están contentas, no procuran el mal y quedan en apaciguada tranquilidad. Prosigue el rabino: "no puede hartarse nunca con mil quintales de oro, si el otro no pierde el oro y el moro". La bondad, en fin, parece extraña a la condición humana, aunque el hombre, dijo Rousseau, sea bueno por naturaleza.

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