Fascismos

Como ideología el fascismo se alimenta en miedos y sentimientos irracionales que habitan en todos nosotros

Cuando creíamos que el fascismo era cosa del pasado, afortunadamente superada, su sombra vuelve a planear sobre las democracias actuales, algunas de ellas etiquetadas, quizá con demasiada premura, de avanzadas. Las crisis económicas suelen traer aparejadas, en la búsqueda de causas o culpabilidades, el afloramiento de las partes más inquietantes e irracionales de la condición humana. Y aunque el término "fascismo" se refiera literalmente al partido de Benito Mussolini -creado en la época de entreguerras- y su ejercicio en el poder, todos sabemos que hoy, desafortunadamente, se usa para definir a otros muchos sistemas totalitarios que coincidieron con él en el tiempo o vinieron después, e incluso otros pertenecientes al momento actual. Podemos afirmar que el fascismo es hoy una ideología política perfectamente identificable, con unas características muy concretas, que campa a sus anchas en sectores cada vez mayores de la población -dado su carácter interclasista- y que asciende, imparable, de forma natural. Como ideología, el fascismo se cimenta y alimenta en miedos y sentimientos irracionales que habitan en el interior de todos nosotros. El odio y rechazo al diferente o al desconocido es su principal nutriente; la tendencia a la violencia -como instinto de la especie- su principal cauce expansivo. Sus características son perfectamente definibles y objetivables: racismo y xenofobia, rechazo de las minorías, machismo, fundamentalismo religioso, elevado sentimiento nacionalista que lleva aparejado el patriotismo más irracional -dispuesto en cualquier momento a levantar muros y fronteras inexpugnables- y el chovinismo, exaltación de lo militar y su supuesta virilidad, etc. Todo fascismo es reaccionario, mira siempre al pasado del que pretende recuperar sus supuestas antiguas glorias y grandezas, como si el presente fuese siempre peor y hubiese que retroceder para conquistar el futuro. En este sentido, lleva el imperialismo en su código genético y defenderá siempre toda tradición por bestial que sea. Hace gala de antiintelectualismo -recuérdese el episodio de Unamuno y Millán Astray- y en lo económico tiende al modelo autárquico y proteccionista. Si leyendo estas líneas vienen a su mente individuos concretos, con nombre y apellidos, del momento actual o de su entorno más cercano, o se siente incluso identificado, retratado, reconocerá conmigo que el fascismo vive entre nosotros.

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