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Apesar del ritmo de vida todavía el arte de cocinar y el placer de comer es una breve parada necesaria en el camino al trabajo; todavía nuestras comidas conservan el calor de la compañía y nuestras mesas acogen, por lo general, dos platos que aún degustamos con la sana costumbre de saborearlos dándonos tiempo para disfrutar en familia, con los amigos, sin prisa y con calidad. Es un momento vital de nuestra vida diaria, algo así como en la película de Dino Risi, "Perfume de mujer", donde hay una escena inolvidable en la que Al Pacino invita a una chica a bailar y ella responde: "No puedo, mi novio va a llegar en un momento". A lo que el él responde: "Pero es que en un momento se vive una vida", y la saca a bailar un tango. La mejor escena de la película es ese momento del baile. Afortunadamente los almerienses conservamos aún esa cultura del momento que forma parte de nuestros hábitos gastronómicos y que el resto de Europa parece haber descubierto ahora con el nombre de "Sloy Food" o comida lenta.

Lo que no forma parte de nuestros hábitos es esa otra cultura de la tiranía del reloj, la "Fast Food" o comida rápida, importada de los americanos cuyos comederos han empezado a aparecer en Almería. Estos me recuerdan la película "Fast Food Nation", de Richard Linklater, que traza una ácida crítica contra los discípulos del "fast" (rápido) contrapuesta al espíritu de nuestra cultura gastronómica almeriense y lo que ésta representa como estilo de vida.

Sería conveniente advertir que si se entra en uno de estos comederos "fast" importados, te sentarán en una silla maltrecha, colocarán tu pedido en una ínfima mesa y, sobre ella y tras tomar aliento, harás el inventario de lo que has elegido: algo envuelto en un papel con múltiples anagramas de la marca comercial, unas patatas fritas sin sabor dentro de un recipiente de cartón, un inmenso vaso de plástico, con tapa y pajita, y un sobrecito con un extraño brebaje dentro.

Sobre la bandeja has elegido un envoltorio en el que hay algo parecido a una hamburguesa, con un nombre impronunciable. Lo que hay dentro pudiera ser lagarto o cualquier sierpe, si es que la carne de estas criaturas fuera blancuzca y cruda.

Sorbo a sorbo intentarás ingerir algo, pero no podrás, hasta que un sofoco, acompañado de una repentina prisa, te invada por marchar. Afuera la brisa limpia del mar del Zapillo podrá reconfortarte hasta dar con un bar de toda la vida.

Entras y pides una tapa de tortilla española y un vaso de vino, lo más creativo del mundo de nuestra gastronomía, para perdonarte la felonía del "Fast Food"

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