Fecundas, lunares y vigilantes

Se decía que duermen con los ojos abiertos, simbolizan asimismo la vigilancia

La imagen.

La imagen. / Juan Antonio Muñoz Muñoz

No es género de manteros, sino especie conejil, el que se pone a exposición y venta en el suelo de la acera para compradores que, por distintas razones, aprecien la materia. San fáciles de domesticar estos conocidos mamíferos, de natural tímidos y veloces, y su característico pelaje sedoso los hace objeto de juguetes de peluche, si bien los ositos se llevan la palma. Aunque encerrados en una jaula, estos animales parecen más silvestres que de cunicultura y, por eso, evocan mejor los mitos y leyendas con que se asocian. Acaso algún comprador decidido sepa que regalar una liebre se consideraba en la Antigüedad clásica como signo de amor y que, por la alta fecundidad de la especie, estuvo consagrada a Afrodita y a Eros. Incluso la sabiduría aristotélica simbolizó con la liebre el deseo sexual y el amor carnal que, en las penumbras medievales, toman forma de pecaminosa lujuria. Las liebres también se consideran, por sus hábitos y costumbres nocturnas, animales lunares, sujetos a la magia astral. Porque se decía que duermen con los ojos abiertos, simbolizan asimismo la vigilancia y Mantegna pinta dos ellas en La Oración en el Huerto, del siglo XV, como contraposición al sueño de los apóstoles, a propósito de la Pascua.

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