Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

Felipe González y el autoritarismo comunicativo

En esta ocasión, además, Felipe González se ha inventado el mensaje para poder enfadarse (públicamente, claro está)

Se ha convertido casi en una tradición cada vez que España tiene nuevo presidente socialista. Ya ni sorprende que Felipe González arremeta contra sus correligionarios y (supuestos) herederos políticos. Al tratarse de un ritual previsible, se espera la correspondiente andanada de quien se ha arrogado el ser albacea de las esencias del partido. Lo vivió Rodríguez Zapatero y, naturalmente, lo ha vuelto a sufrir Pedro Sánchez.

En esta ocasión, además, Felipe González se ha inventado el mensaje para poder enfadarse (públicamente, claro está). Enfrascado en la crítica a la negociación de los presupuestos, Adriana García Lastra se ha reafirmado en la decisión del partido, sin menoscabo del respeto a los mayores. De ahí, González interpreta -más que libremente- que la portavoz socialista lo ha mandado callar, con la indignación correspondiente. Hay una cuestión colateral que me inquieta. ¿Sería preferible financiar los GAL a negociar con Bildu? Su poco brillante gestión de la cuestión vasca se diría que no lo autoriza a ser demasiado intransigente en esta materia. Pero, en todo caso, no es eso lo que centra mi reflexión hoy. En una organización política sí se puede mandar callar; es más, se debe mandar callar cuando algunos mensajes atenten severamente contra el colectivo. Es una de sus prerrogativas y hasta de sus obligaciones. No hacerlo sería incurrir en una grave irresponsabilidad. Esa regla, por lo demás, conviene que carezca de excepciones. Lo contrario, básicamente, constituiría un ejercicio antidemocrático, un favoritismo hacia personas concretas, algo ni comprensible ni sostenible. A Felipe González, por supuesto, pueden mandarlo callar, como a cualquier otro que voluntariamente acepte la disciplina de un partido. Y si no la acepta, si no concibe la posibilidad de que lo hagan callar cuando se equivoca, entonces lo coherente es salirse. Todo este ruido mediático lo promueve un dirigente de un partido acuñó una divisa poco, o nada, indulgente al respecto. "El que se mueva no sale en la foto" espetó en 1991 Alfonso Guerra, entonces lugarteniente de González. Era una manera, muy gráfica, por cierto, de poner de manifiesto y sin ambages que el partido estaba por encima de cualquier circunstancia o coyuntura. Sugerir callar es puro juego de niños en comparación con arrancar a alguien de la foto. No sé de qué se extraña Felipe González. ¿O será que todavía no le ha llegado el mensaje de que ya no es presidente ni secretario general de su partido?

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