El otro Felipe próspero

El problema es que el cuadro subyacente claramente no es de Velázquez

Un supuesto nuevo cuadro de Velázquez -difundido recientemente por algunos medios de comunicación- ha visto la luz por el estudio e intervención realizados en los últimos dos años por el Centro de Arte de la Universidad de Lérida, con anterioridad apadrinados por la restauradora Carmen Garrido, fallecida en 2020. Esta universidad acaba de publicar un voluminoso tomo donde se recogen, a modo de homenaje, las memorias justificativas de las restauraciones de obras velazqueñas por parte de Garrido. El libro, que atribuye varias obras -algunas muy discutibles- a Velázquez, acaba precisamente con la restauración de este cuadro. Se trata de una copia bastante fiel del celebérrimo cuadro pintado por el último Velázquez, hoy en el museo de Viena, del príncipe Felipe Próspero, primogénito de Felipe IV y muerto poco después a los cuatro años de edad. La copia aparecía enmascarada por un retrato de Carlos II niño, el siguiente hermano en la línea de sucesión, pintado encima por Juan Bautista Martínez del Mazo, yerno y discípulo del gran pintor sevillano. Los restauradores, que se han tomado la tarea de hacer desaparecer la figura completa de Carlos II pintada por Mazo para desvelar la de Felipe Próspero, postulan que este niñito subyacente es obra de Velázquez, y que el hallazgo es "crucial" para la historia universal del arte. Según su criterio, han hecho desaparecer un cuadro de Mazo -o de otro discípulo del taller velazqueño- para recuperar uno de Velázquez. El problema es que el cuadro subyacente no es de Velázquez; su cocina y su escritura pictóricas son ajenas a su mano. Se trata probablemente de una copia bastante fiel hecha por Mazo del original pintado por su suegro, pero sin la magistral ejecución, finura de color y belleza plástica del original. La cosa es bien simple; es muy improbable -por no decir imposible- que Mazo pintara un nuevo cuadro enteramente de su mano encima de otro pintado por su maestro. Estamos, por tanto, ante un cuadro de Mazo repintado ampliamente por el mismo Mazo. Si esto es así, los restauradores han hecho desaparecer la última versión de la obra de un pintor para hacer aflorar un estadio primitivo de la misma, algo discutible desde un punto de vista deontológico, incluso en el caso de que la pintura subyacente tenga más calidad que la definitiva. En el proceso, además, se ha perdido gran parte de la versión subyacente, pues las zonas de reintegración realizadas por los restauradores -copiando miméticamente el original de Viena- son amplísimas.

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