La tapia con sifón

Feria sin migas

En esta semiferia, a algunas entidades culturales las han obligado a cerrar a las diez de la noche

Hoy se acaba la semiferia y no hemos podido degustar las exquisitas y delicadas tapas que nos preparaban especialmente para estas fechas los cuidados y elegantes chiringuitos que tanto embellecían Almería, cuyas plazas escogidas para acogerlos parecían un trasunto de Lima, Manila o El Cairo. A cambio, las colas que se han formado a la puerta de los bares solo eran comparables a las de la Expo 92. Es de esperar que la cifra de negocio de la hostelería no se haya hundido. Al menos, según declaraciones del presidente de Ashal y otras autoridades del gremio, la ocupación de los hoteles ha sido cercana al 100 %. Un inciso: algunas entidades culturales no han tenido tanta suerte; incluso las han obligado a cerrar a las diez de la noche. Deben ser mucho más peligrosas que los bares de tapas y los pubes de copas.

En fin, volvamos al "comercio y el bebercio". Para compensarnos por la falta de aquellas retostadas migas y aquellas litronas de tinto de verano, vamos a rematar la "cuasiferia" con un postre que estuvo de moda en la España de mediados del pasado siglo: la tortilla al ron. Un compendio de lujo y modernidad para los almerienses de aquella época, aunque, en realidad era más antiguo que el miccionar: en un pasaje de "Madame Bovary" (1857), el amante de Emma, mientras ella lo espera impaciente, se ve obligado a comer con el boticario Homais en el Grand Café Normandie, y el remate del almuerzo es una tortilla al ron. Treinta y seis años después, en 1893, Ángel Muro puso la receta en su libro "El Practicón". La resumo: se baten cuatro yemas con 60 gramos de azúcar, ralladura de limón, una cucharada de nata y una pizca de sal; se añaden las cuatro claras batidas y se cuja la tortilla en una sartén untada de aceite; se coloca en una fuente de metal o pirex, se espolvorea de azúcar, se rocía con una copa de ron caliente y se le pega fuego en el momento de servirla. Si se apagan las luces del comedor hace un bonito efecto.

Tan antigua, pero muy nuestra, es la receta de los huevos fritos con miel de Los Vélez. Allí se tomaban en Semana Santa y para la merienda del día de la Virgen de la Cabeza. Se calientan suavemente dos cucharadas de aceite en una sartén, se echan ocho cucharadas de miel y, cuando haga espuma, se añaden los huevos enteros y se mueven sin parar hasta que cuajen. Se comen fríos con pan frito o tostado.

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