Fiesta de los maniquíes

Y ninguno se mueve, son maniquíes, no los toques, por favor. Como dijo Wittgenstein

Como dijo Wittgenstein a Rusell y Whitehead durante la defensa de su tesis doctoral, en realidad creo que no habéis entendido nada. Y creo que nunca me entenderéis. Exactamente lo que os digo yo. En una pasarela artificial donde juglares de pago tocan instrumentos el pope de turno discursa y verborrea con traje mientras viejos encorvados acceden al estrado y mofletean las mandíbulas como los cárnicos personajes de un cómic que he comprado en El Corte Inglés. Cómic de papel oro con reminiscencias de antiguos subterráneos tebeos a toda pasta en las mejores estanterías que balbucean miserias de la vida meteórica de ascensores de edificios mórbidos que cantan los anhelos del éxito grasiento que como los granos de pus un día se hace grande y amarillento (como el papel de oro) y alguien decide explotarlo quirúrgicamente. Lobo es el acertado nombre del prota. Todos llevan trajes, corbatas, peinados calamitosos, gafas de concha, calvas y calandracas, vociferan retruécanos con micrófono, aventan ojos hundidos en camisas imperfectas, balan trompetas de coristas y aplauden, recogen los agasajos, sin solución en el mundo de los seres vacíos. Calafatean luego todas las paredes de los edificios para que nunca entre el mar embravecido de las ideas y pausas, atriles donde nunca poner las partituras solo mirarlos cadavéricos. Con la tinta más negra posible, que es igual de negra que todas solo que sobre el papel oro es aún más negra, rompen todos los aplausos ciegos la noche que parece todo decrépito. Es como hacerte un homenaje, que lo que realmente quiere decir es que estás totalmente acabado. He leído a mis homónimos en otras latitudes y por más que busco no encuentro la oveja negra par del grupo editorial. Pienso una vez más que si sigo aquí es porque en el camino sin retorno hacia el autismo escribo mecánicamente como dando golpes contra la pared hasta darse cuenta de que no hay nadie al otro lado y te limitas a mirarla. Como no quiero ir más hacia lugares comunes reniego de todo evento, este será el último sólo esperaré todos los congéneres venidos a menos y ya no compartiré alcoholes como la flor marchita momificada en la cúspide de la nada. Están todos quietos en el espaciotiempo, son sólo una foto en un álbum ya inexistente perdido en las computadoras, sin decir nada ya, congelados. Y ninguno se mueve, son maniquíes, no los toques, por favor. Como dijo Wittgenstein.

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