Formación profesional

Late una distinción social de los estudios académicos, pareja al desconocimiento de la Formación Profesional

Razones de distinta naturaleza han arrinconado la Formación Profesional como una de las enseñanzas del sistema educativo. O, de parecido modo, atribuyen menos valor o relevancia social a los títulos que otorgan. Ciertamente, la controvertida Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, LOGSE, de 1990, tuvo como uno de sus principales efectos el realce de la Formación Profesional, que dejó de ser la vía para el alumnado que no superaba la pretérita Educación General Básica, hasta convertirse en una opción con similares requisitos de acceso a los del Bachillerato, crecidas posibilidades de inserción laboral, así como de transición entre distintas enseñanzas y de acceso a la educación superior universitaria. Si bien, oportuno es también reconocerlo, todavía late una asentada distinción social de los estudios académicos, pareja al desconocimiento de la entidad de la Formación Profesional. Como consecuencia, resulta alto el alcance, en nuestro país, de la "sobrecualificación" en el empleo, como asimismo insuficiente el prestigio de las universidades. Y ambas circunstancias, aunque solo se anticipe, tienen apreciable relación. Por eso importa deshacer prejuicios familiares que no ponen fácil el acceso a las enseñanzas de Formación Profesional para muchos alumnos que encontrarían, en esa oferta educativa, una respuesta más adecuada a sus intereses y capacidades. Y, sobre todo, unas perspectivas más factibles de inserción laboral que ayuden a la emancipación y al afianzamiento de proyectos vitales, tan poco a la mano de los jóvenes, se dice, mejor preparados si se echa la vista atrás. Familias profesionales hay donde empresas y servicios están a la espera del periodo de formación en centros de trabajo, característico de esas enseñanzas, para completar la cualificación de los estudiantes y ofrecer algunas posibilidades de empleo directo. Y no pocos son los alumnos que, concluidas las enseñanzas profesionales y lograda cierta inserción laboral, continúan estudios superiores, de carácter profesional o universitario, que les facultan para el desarrollo de su, aquí bien a propósito, carrera profesional. E incluso universitarios que, atados a la precariedad o al desempleo, optan por la Formación Profesional como alternativa atrayente. Luego, entreabierta como parece la puerta del Pacto de Estado sobre la Educación, que no todo quede en reválidas y se refuerce el valor educativo y social de la Formación Profesional.

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