Fotografía de denuncia

Mucha de esta fotografía -por no decir casi toda- no pide permiso a los protagonistas de sus imágenes

Con frecuencia vemos exposiciones de fotografía artística documental que retrata una humanidad doliente, desesperanzada o viviendo situaciones límite, donde el drama se muestra sin cortapisas, con una virulencia y veracidad intensísimas y apabullantes. Guerras, hambrunas, exterminios, culturas tribales que pisotean los derechos más elementales, abusos de poder y toda suerte de escenarios y aconteceres donde la miseria y los resultados de la crueldad humanas se expresan en su dimensión más paroxística. A estos fotógrafos, de común, se les etiqueta de "comprometidos" y se les alaba por su valentía y arrojo a la hora de inmiscuirse en los conflictos y levantar acta objetiva de esas realidades. Un trabajo notarial que turba al contemplador y avisa de nuestra verdadera naturaleza, para que andemos siempre vigilantes y no repitamos los errores ya cometidos. Pero, en el fondo, esto es una visión muy simplista de este tipo de fotografía, calificada muy a la ligera como de "denuncia". Por lo general, una buena nómina de estos fotógrafos, en especial los más dotados para alumbrar imágenes bien construidas, alcanzan una fama y notoriedad temprana y pueden vivir bien de su labor, comercializando y exponiendo en lujosas salas de nuestro mundo desarrollado esas imágenes turbadoras donde seres humanos concretos -con nombres y apellidos- aparecen pisoteados y anulada por completo su dignidad más elemental. También, casi de continuo, en este tipo de fotografía aparecen siempre retratados los sufrientes y nunca los individuos o poderosos que, en último extremo, son responsables del dolor a los primeros; hay, por tanto, un cierto oportunismo facilón y ventajista a la hora de buscar y atrapar las imágenes, que no deja en muy buen lugar a muchos de estos artífices. Mucha de esta fotografía -por no decir casi toda- no pide permiso a los protagonistas de sus imágenes y, por tanto, debería de etiquetarse como "robada". El verdadero riesgo y compromiso residiría en la determinación de buscar a los poderosos responsables del drama para fotografiarlos en situaciones comprometidas y presentar su crueldad ante el mundo; así debería nutrirse -y alumbrarse- una verdadera fotografía de denuncia, y por lo general no es el caso. El medio fotográfico documental, cuando se ocupa de estos menesteres -y a diferencia de otros lenguajes artísticos- debería seguir estas mínimas deontologías, exigibles -en último extremo- por la sociedad que después visiona y aplaude sus creaciones.

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