Frente a lo inevitable

Con el recuerdo a José Luis querría homenajear hoy a quienes se esfuerzan por honrar la vida

Hoy se oficia el día contra el cáncer para sensibilizarnos, dicen, sobre la prevención de esa patología del crecimiento incontrolado de células malignas que, cualquier día, pone a cualquiera frente a lo inevitable. Cada vez menos, gracias al progreso científico. Pero su diagnóstico, aún genera un justificado temor. Y todavía provoca una diseminación, a menudo desbocada, de sentires, sobre todo, cuando afecta a infantes o a otra gente vulnerable personal o socialmente. Ahí, con los más frágiles, juegan un servicio impagable las meritorias asociaciones civiles, siempre atentas a prestar ayuda a quien lo precise. Entre los adultos, es distinto, porque no todos requieren el mismo trato humanitario, ni todos afrontan el impacto de un diagnóstico tumoral, con el mismo talante. Desde la pericia en adioses en que la vida nos doctora a quienes logramos superar el ecuador existencial, distingo entre los que el trance hunde en esa agria depresión en la que ya no sabes si es mejor morir que perder la vida, o sí lo sabes, pero duele decirlo, y esos otros que, ante la brutal noticia, ofrecen ejemplos admirables de serenidad y dignidad personal: de saber estar en el mundo en el que le tocó estar, aunque esté tocado. Conozco casos, como el de José Luis Viciana, paisano y médico, amigo y poeta de verso suelto que, ante al análisis que le certificaba su muerte a plazo cierto, y muy cercano, sabiendo él, como experto cirujano, de su fatal rigor, lograba dominar el ingénito miedo desde los fundamentos de su razón, sin más amparo, dopante ni místico, que su madurez vital. Y a pesar de ver que le anochecía a media tarde; a pesar de aborrecer las sombras y de querer ser luz y resistir mientras quedara alguna estrella por irse o alguna primavera por llegar: nunca perdió el aplomo, doy fe, ni la tranquilidad del gesto, la compostura, ni de la palabra oportuna para consolarnos a los desconsolados por verle a él, frente a lo inevitable. Con su recuerdo querría homenajear hoy a quienes se esfuerzan por honrar la vida, conscientes de que su final, cuando llegue, siempre será demasiado pronto, ya sea con cáncer o sin él. A quienes aman la existencia y no temen tanto perecer, como dejar atrás tanta belleza como ofrece mundo. Y a quien vivir le compensa, tanto en la niñez como en la adultez, y se siente con ganas de repetir, a pesar de lo que haya que penar. Si no lo ve así, mejor no llegue a viejo.

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