Frigorífico despeñado

Las redes sociales se prestan tanto a la complicidad como a la denuncia, aunque sea con un frigorífico despeñado

Los vídeos virales tienen sus riesgos, aunque quienes los "cuelgan" en las redes sociales no busquen más que un multitudinario número de impresiones, interacciones, "me gusta" y otros reconocimientos que atribuyen notoriedad en esas procelosas, y apabullantes, relaciones reticulares -cacofonía aparte-. ¿Qué pasó por la cabeza del trabajador decidido a aparecer en un vídeo, arrojando un viejo frigorífico por la pendiente de un monte? Probablemente no un anuncio publicitario del "reciclaje natural", aplicado a los productos de la empresa distribuidora de electrodomésticos donde trabajaba. Pero también es posible que muchos "enredados sociales" -ténganse como prendidos por las redes, sin reiteración- aprobaran tan expeditiva práctica por resultarles familiar. Y, entonces, la complicidad hace viral su objeto con una difusión crecida y vertiginosa. Cuando no, una cierta percepción de impunidad que induce a proceder sin miramiento, con pública ostentación del atropello. Aunque el protagonista del vídeo pareciera creer que utilizaba un "vertedero de toda la vida", legalizado consuetudinariamente, por la fuerza de la costumbre.

Ahora bien, la denuncia siempre queda a mano con pruebas tan contundentes y se aprecia, incluso, una "corrección social" manifestada con la desaprobación, un alegato también viral en contra del despropósito. Bastante mejor resulta, así, que la Guardia Civil haya intervenido para poner las cosas en su sitio. Y también el animoso lanzador del frigorífico, instado por la reparación de su falta de civismo, que reunió a amigos y familiares para recoger el electrodoméstico del barranco y con ello atenuar su infracción.

Un frigorífico despeñado, de esos que se recogen al adquirir uno nuevo, no es solo, en fin, un motivo para entrar en materia de reciclaje, sino el argumento de un video de pocos segundos que provoca multiplicadas reacciones. Efímeras, si se quiere, pero más efectivas que cualquier campaña planificada con intenciones. Por eso cabe hablar de una espontaneidad resolutiva, una expresión directa, natural y fácil del pensamiento, que lleva a resolver los asuntos con rapidez y determinación -otra cosa es el modo o la eficacia-. Como también del arrepentimiento activo, acaso el atenuado castigo de Sísifo, empujando el frigorífico monte arriba pero sin que vuelva a caer.

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