A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Frío en las aulas

Es posible entender que la economía no puede parar del todo. Lo que no entendemos es que se nos tome por estúpidos

H ACE frío en las aulas y no es raro ver a los alumnos con sus pequeñas mantas para buscar un poco de calor. No es fácil atender o tomar notas con un montón de ropa encima o con las manos heladas en los peores días. Y no es fácil dar una clase de idiomas, por ejemplo, con la mascarilla puesta. La pandemia se ha disparado, la nueva cepa es más peligrosa aun y las ventanas tienen que estar abiertas por muy desagradable que sea. Todos los días varios estudiantes dejan de asistir a clases porque ha surgido un nuevo positivo en su familia y lo único que podemos hacer es darles, al menos, las gracias a los alumnos por aceptar las condiciones en las que transcurre su jornada de trabajo.

No es agradable vivir estas situaciones, pero hay otras peores y quizás es lo que ahora corresponde hacer. Es posible entender que la economía no puede parar del todo y que interesa abrir las escuelas para que los padres acudan al trabajo. Lo que no entendemos es que se nos tome, a veces, por estúpidos. Podemos comprender a las personas que simplemente nos indican que se ha recibido una orden y que hay que cumplirla. Pero no soportamos a quienes justifican lo injustificable. Basta ya de decir que lo primero y lo que más les importa es la educación. Basta ya de decir que los niños no contagian o que las escuelas son centros seguros. ¿La educación presencial es solo imprescindible, casualmente, para los chicos que no pueden quedarse solos en casa? ¿Hay que evitar las reuniones de más de cuatro personas, pero las escuelas con treinta por aula son seguras? ¿Cómo pueden algunos asegurar que los virus de la nueva y devastadora cepa no van y vienen, cada día, del colegio a las familias y de estas a la escuela?

Quizás no merecemos otro trato cuando la misma persona que aseguraba que no iba a llegar el virus sigue haciendo pronósticos en la televisión o cuando vemos cómo algunos animan a Sánchez a vacunarse, ahora que faltan, para apuntarse ellos rápidamente en la lista. A los políticos sensatos, que sin duda quedan aún, les agradeceríamos más silencio y un mínimo de respeto. No vamos a salir más fuertes. Y no es verdad que una vida no tenga precio: la economía impone sus reglas y vaya si se lo pone.

No, el frío en las aulas no es lo peor. Ni los contagios. Lo que hiela la sangre y coloca al límite a muchos colectivos es la demagogia y la escasa talla moral de algunos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios