De Gobiernos e Ínsulas

Gonzalo Alcoba Gutiérrez

Gafas moradas para el oficio de juzgar

Quizá el arquetipo más renombrado de la Justicia sea el de Temis cegada que, impasible, sostiene una balanza

Quizá el arquetipo más renombrado de la Justicia sea el de Temis cegada que, impasible, sostiene una balanza. La aspiración a la plena impermeabilidad frente a los estímulos de quienes deciden los litigios es noble, pero no suficiente.

Los no juristas -y muchos juristas- se muestran a menudo perplejos ante la introducción de la perspectiva de género en el acto de juzgar; muchos consideran esta idea antagónica de aquella representada en el clásico icono del que hablaba. Estos últimos padecen, creo, una vieja forma de miopía. Creo que ustedes -los no juristas, los juristas, quizá también- merecen una explicación al respecto de esta cuestión, a ser posible, breve.

Para empezar, no conviene olvidar que toda percepción humana es inevitablemente deudora de la perspectiva desde la que se produce (del contexto en se produce); por ello, concluir que la persona que enjuicia, como una estatua de granito, puede huir del "punto de vista" es, más que cándido, sencillamente falaz. La RAE contiene una acepción muy adecuada del vocablo a que nos referimos (perspectiva) que podría bastar a mi propósito hoy, pero proporciona otra aún más gráfica: en su primera entrada, el diccionario de la Academia define esta voz como el "sistema de representación que intenta reproducir en una superficie plana la profundidad del espacio y la imagen tridimensional con que aparecen las formas a la vista". La tarea de juzgar obliga a imponer la solución de un conflicto contextualizado, surgido en un ambiente usualmente complejo que, de forma inmediata o mediata, lo influye sustancialmente. Al sentenciar, el juez o la jueza deben contener en la palabra una expresión correcta del pleito que, si se ciñe a la superficie del mismo, no resultará ajustada a la realidad. La perspectiva de género no es una invitación a la arbitrariedad, sino todo lo contrario; se trata de encender una nueva luz sobre el litigio que permita al juzgador/a discernir las características del mundo en que tiene lugar. Se trata de hacer Justicia plena, desbrozando de prejuicios sexistas la reflexión jurídica. Es desnudar los hechos del viejo velo patriarcal que los desforma, para poder valorarlos conforme a Derecho, sin distorsiones que, por acostumbradas resultan difíciles de percibir. Es, en definitiva, preservar la firmeza de la espada garantizando la igualdad plena, real y efectiva. Justicia, ni más ni menos.

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