La tapia con sifón

Gallinas ciudadanas

Ahora que se habla de huertos urbanos también se podría recuperar la cría de gallinas en casa

Ahora que se habla de huertos urbanos también se podría recuperar la cría de gallinas en casa. Es difícil criarlas en la terraza de un piso, pero en los jardincillos de los adosados sería ideal. O en los citados huertos urbanos. De hecho, ya hay bastantes ciudadanos que lo están haciendo, y en estos meses pandémicos se han disparado: una empresa extremeña del sector llamado "avicultura de ocio" dice que sus pedidos han aumentado un 60 % desde marzo. No sé cuantos hay en España, pero en Gran Bretaña ya hay un millón y medio de propietarios de gallinas domésticas.

He dicho "recuperar", porque en la Almería de la posguerra era muy común criar gallinas y conejos en el terrado o en el patio. Incluso algún cerdo, si el patio era grande. Hasta finales de los cincuenta mi abuela paterna tuvo en el patio de su casa de la calle de Granada varias gallinas, y uno o dos cerdos. Y no era la única "ganadera", ni mucho menos. En aquellos años de escasez una de las cosas que más escaseaba era la carne, y la cría casera era fácil: las casas eran casi todas de planta baja y las gallinas y los cerdos comían las sobras de los humanos con algún complemento de maíz o pepino picado. Las gallinas solían disfrutar de un gallo, con lo que algunos huevos se podían dedicar a sacar pollos para renovar la cabaña ganadera y para el arroz con pollo de los días señalados. No era raro ver en la puerta de las casas un puñado de pollitos bajo una pollera de caña, que tenía la forma de los tipis de los indios norteamericanos. Mi abuela hacía acopio de huevos cuando se acercaban la Navidad y la Cuaresma, para hacer natillas, roscos y demás dulces clásicos.

Hoy, si pillamos unos huevos recién puestos, además de freírlos en AOVE bien caliente, podemos optar por hacerlos a la manera de Michel Guèrard: cortar las cocorotas a cuatro huevos y sacar el contenido; lavar bien las cáscaras y reservar. Batir tres de los huevos y hacerlos en sartén, removiendo con las varillas hasta obtener una crema ligera. Fuera del fuego, añadir 25 g de cebolla muy picada, un poco de cebollino picado, pimienta, poca sal y una cucharada de nata o de queso fresco. Repartir el revuelto en los 4 cascarones y coronar con 15 g de caviar cada uno. Guérard ponía caviar iraní, pero el poco que hay es inalcanzable; pongan caviar ecológico de Riofrío que está estupendo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios