La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

¿Gana Sánchez o gana Feijóo?

La voluntad de los votantes es un arcano: nadie sabe si les influirán más los problemas políticos o la economía

Todas las encuestas pronostican una victoria del PP en las elecciones generales del año que empieza mañana. Con una excepción, la del CIS de Tezanos -la menos creíble por su vicio de origen y su reiterado sesgo-, que vaticina un nuevo triunfo del PSOE. En todo caso, el dilema de la España de 2024 es simple. O gobierna Feijóo con ayuda de la ultraderecha o gobierna Sánchez con ayuda de la izquierda radical, independentistas y nacionalistas. Nadie piensa en serio en mayorías absolutas.

No tengo nada claro lo que va a pasar dentro de once o doce meses (también dependerá de lo que pase hasta entonces). La respuesta, como siempre, no está en los líderes contendientes, sus partidos y sus clientelas atrincheradas, sino en millones de españoles anónimos, no alineados y soberanos, que viven la política con poca intensidad y de manera esporádica. A ellos van destinados los mensajes primarios de los candidatos: según Feijóo, Sánchez es un embustero integral, que incumple todo lo que promete y gobierna en connivencia con los enemigos de la democracia; según Sánchez, España va bien, el conflicto de Cataluña se ha controlado y es Feijóo quien pone en peligro la democracia y deteriora sus instituciones básicas.

Cada uno de estos mensajes maniqueos encierra una parte de verdad y otra de mentira. Pero lo que importa no es tanto eso, sino cómo los percibirán los votantes. Mejor dicho, a qué concederán más importancia. ¿Al indulto a los separatistas, la eliminación del delito de sedición y la rebaja del castigo a los malversadores o a los planes anticrisis, el control de la inflación y el aumento del empleo?

La experiencia parece indicar que los electores tienden a disculpar la corrupción en sus distintas formas cuando tienen los bolsillos llenos (o menos vacíos de lo esperado, como es el caso actual). Felipe González resistió el desgaste de los GAL, Roldán, Rubio, Filesa o Juan Guerra y no lo echaron hasta que la economía se torció. Pero no es automático: Aznar cayó por la guerra de Iraq y la torpe gestión del 11-M, pese a que no había crisis económica... que sí se llevó por delante a Zapatero.

La voluntad de los votantes es un arcano. Sólo su acto libérrimo y estrictamente igualitario determinará si es más importante ver a Gabriel Rufián convertido en primer espada de la política nacional o tener contentos a funcionarios y pensionistas y aliviados a compatriotas vulnerables.

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