Gaudete Gaudí

El arquitecto cuyos planos eran la propia obra, la propia piedra, también hacia planos, también dibujaba

Albricias en medio de la estulticia que inunda el estercolero del Carpe Diem gracias a que mientras todo se hunde afloran flores bellas en medio de la inmundicia. Como de un milagro sólo al alcance de las manos más privilegiadas han editado un libro sobre Gaudí. Uno más. No. Uno distinto. Han reproducido los pocos planos originales y los aún más escasos originales que salieron de la mano del artista. El arquitecto, artista. El arquitecto que antes de ser arquitecto o en el momento exacto de empezar a serlo, cuando le aprobaron y otorgaron el título de arquitecto los doctos académicos, entonces y sólo entonces dijeron: No sabemos si hemos aprobado a un loco o a un genio. Cuál es la diferencia. La eternidad, la fama, el dinero, el triunfo, el fracaso, el consenso, el olvido y por encima de todo, los libros. Sin libros no hay memoria y sin memoria no existe nada, como un carpetovetónico animal sin juicio que mira y no recuerda ni entiende nada, renuncia a cualquier esfuerzo y se enjuaga con los licores promiscuos del buen vivir egoísta y provisional, que es el mal morir de todos. Y el libro no es un libro cualquiera, ni las reproducciones cualquier cosa de fotografía o lámina, son los planos, son los dibujos, los pocos que quedan después de que la barbarie de la destrucción de la memoria arrasase con todo en nombre de la nada. Los planos a tamaño natural, diríase facsímil, pero es aún más, con sus pliegues originales, sus manchas, sus borrones, en papel lo más semejante posible y acomodados en una inexpugnable caja troquelada, de hierro, caja de caudales para guardar de las garras de los que con las antorchas de la ceguera querrán quemar y destruir. Y todo a un precio desorbitadamente prohibitivo, sólo para las manos llenas de los que secundaron los caminos abyectos de la codicia, pero que la misma codicia estéril, miserable y mezquina impide apreciar. Gaudí en primer plano. El arquitecto cuyos planos eran la propia obra, la propia piedra, también hacia planos, también dibujaba. Y se afanaba en demostrar que el genio estaba en no respetar dichos planos y modificar hasta el último detalle la obra imposible, inabarcable e interminable. Todos lo idolatran pero ninguno estaría dispuesto a vivir como él sólo para la obra, vivir en la obra y morir cerca de la obra, como un indigente desconocido, para dar libros y obras, para siempre, más allá del tiempo y la memoria.

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