Gibralexit

Un régimen que sólo puede ser calificado, en rigor, como propio de un paraíso fiscal

Lo segundo que más duele al pagar impuestos, según mi experiencia, es saber que gente que gana muchísimo más dinero que uno, paga, si es que paga algo, muchísimo menos que uno. Y además con la sensación -hoy con la seguridad desde que por culpa de la crisis aprendimos tantas paradojas de esta economía-, de que la elusión o la evasión fiscal, está no sólo admitida de hecho sino institucionalizada de iure, por el vigente sistema financiero internacional, con sus múltiples paraísos fiscales, al alcance de quien tenga suficiente recursos para que el ahorro tributario, le compense el viajecito al más cercano de los chiringuitos de ocasión. Por eso uno de los pocos aspectos provechosos que acaso deriven del aciago Brexit, será el de acabar con la actual opacidad que se ofrece desde Gibraltar -o desde la Isla de Man o las Islas del Canal, los tres paraísos europeos vinculados al Reino Unido-, deslealtad fiscal además desplegada con luz y taquígrafos: busque en Internet empresas o cuentas anónimas en Gibraltar y verá ofertas que parecen casa de citas, porque allí son miles los españoles que camuflan sus patrimonios e ingresos con una mini tributación paradisiaca. Y la Unión Europea lo sabe, ya que sería imposible explicar que en el Peñón haya casi tantas empresas como habitantes, y porque la insistente, aunque tibia, denuncia hispana sobre la falta de colaboración para comprobar la documentación y datos empresariales de quienes operan desde aquella plaza, ha justificado al fin, que se haya expedientado (Diario Oficial UE, octubre 2016) prácticas exentas de transparencia de cientos de empresas gibraltareñas que no tributan allí -porque sus beneficios provienen de aquí y están exentos-, ni pagan aquí porque tienen su sede allí. Y ello sin tener que documentar ni acreditar nada sobre su origen, porque les basta una mera declaración. Un chollo. Un régimen que sólo puede ser calificado, en rigor, como propio de un paraíso fiscal, sobre el que algunos expertos, como el catedrático D. López Garrido, aporta información clamorosa (Paraisos fiscales, Catarata, 2017), y propuestas, hasta hoy infructuosas, para atajar esta lacra contra la dimensión social del Estado que proclama el artículo 1º de la Constitución. Así que dentro del amargor que rezuma desde el Brexit, espero que al menos el Gibralexit, endulce esta esquinita del escenario, iluminando la tenebrosa turbiedad fiscal del Peñón.

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