Hay cosas y actitudes que uno no se explica, a pesar de la estupidización creciente de la vida cotidiana. Empecemos por el principio: la presidente de la Comunidad de Madrid ha decretado tres días de luto por la muerte de la reina británica Isabel II (Lisbeth para los amigos), que se manifiesta en la colocación de banderas a media asta (o palo o mástil, que también así se llaman). La Junta de Andalucía, más modesta o moderada, ha señalado solo un día de luto. Para no ser menos, o no sabemos si siguiendo algunas directrices, el presidente de la Diputación Provincial de Almería ha habilitado un espacio en el hall de la sede de Navarro Rodrigo para "la memoria y el recuerdo de la reina Isabel II": una bandera británica con crespón negro, junto a una española y un "libro de condolencias" similar a las hojas de firmas que se colocan en los tanatorios, y que ya casi nadie firma, dicho sea de paso. Este montaje luctuoso se mantendrá durante diez días, que es la duración del luto oficial en Gran Bretaña. El presidente inauguró el libro escribiendo que "Hoy es un día muy triste para la provincia de Almería". Y, hombre, es de buena gente condolerse de las desgracias ajenas, pero ese fervor "britanista" contrasta con la actitud de nuestras derechas de toda la vida ante la "pérfida Albión" y nuestra antipatía por los hijos de la Gran Bretaña… ¡Gibraltar español!

Sin llegar a los extremos de aquellos años cuarenta, en los que el gobierno de Franco montaba manifestaciones ante la embajada británica para exigir la devolución del Peñón, sigue habiendo un sentimiento de agravio ante el poder imperialista inglés. Si esto es así y no parece que haya cambiado nada, es decir, ni nos devuelven el Peñón, ni acabamos de ser amiguetes, ¿A qué viene este fervor isabelino de nuestros más conspicuos representantes del PP en el poder? ¿Qué beneficio piensan obtener? No creemos que sea para hacerle la pelota al Reino Unido para conseguir venderles más y que vengan más turistas. A nuestro modesto entender, los turistas ingleses vienen por el sol y por los buenos precios, y ni siquiera se toman la molestia de chapurrear el español aun después de muchos años aquí. Cabe pensar entonces que esperen aumentar votantes en las próximas elecciones. Y aquí volvemos a la duda primigenia: si los españoles nunca hemos sentido especial cariño por los ingleses -y las derechas menos, que siempre han sido germanófilas- ¿por qué este repentino y ostentoso cariño de algunos dirigentes del PP?

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