Gran Vía

El futuro llega siempre temeroso del pasado que nunca se va, nada pasa, todo queda, pero solo en la mente

La Gran Vía de Murcia no es una gran vía cualquiera como la de Madrid o Granada, es la Gran Vía de Salzillo, ese escultor del barroco arrinconado y acorralado en la reserva de la Semana Santa murciana porque no quiso ir a la corte de Carlos III a lucir pelucas y esnifar tabaco mezclado con ají. Prefirió quedarse en la provinciana Murcia y hacer una obra excelsa, reducida a una provincia y poco más. Pero déjense de imagineros de mucho palio, nadie brilla como él. En la Gran Vía de Salzillo sólo queda un kiosko arrinconado como él, con murciano de pro atendiendo que saluda al escaso anciano que queda. Atesora como reliquias semanales de El País atrasados por si algún despistado se lleva uno junto con un libros de lance y los periódicos actuales, ya vetustos junto con la operada Verdad de Murcia, que ya no es lo que era. Antes era el periódico de Murcia, ahora es un periódico de Murcia. Todavía aterran con su tipografía original los cines Floridablanca y Coliseum, cerrados a cal y canto, para que no salgan los fantasmas serratianos, que de largo han hecho que no prospere ningún negocio en sus locales, ni bingos que parece ha habido, que han salido todos espantados y el edificio de nueva planta que se ha insertado en el desaparecido edificio de abuelo de infancia de la calle anciana Huerto de Capuchinos se aprieta entre fachadas de colegio mayor igualmente cerrado y repleto de fantasmas que crujen por la noche y por eso seguro que se oirán ruidos nocturnos en el edificio reciente (ya casi antiguo) con el que medianera. El futuro llega siempre temeroso del pasado que nunca se va, nada pasa, todo queda, pero solo en la mente. Queda la panadería del bajo, aunque con todo nuevo y ni he mirado si sigue vendiendo los antiguos panes de viena o lo he soñado y los tebeos huidos (o encerrados cogiendo polvo) de los quioscos cerrados han aparecido en una tienda de segunda mano secreta que no revelaré, esos tomos gordos de la colección jovial, los de Marvel de Vértice (malísimos, por cierto), incluso los mortadelos rotos que por supuesto compro para atesorarlos, clasificarlos, archivarlos, catalogarlos, y leerlos. Volveré en secreto a ver el Jardín (creo que se llama Parque) de Floridablanca, no sé igual no queda nada, solo lo que yo quiero recordar y vive en mi nostalgia pero no existe, no hay en ningún sitio ningún volkswagen escarabajo original verde claro bien aparcado.

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