Guarrería doméstica

¿Tanto cuesta el limpio y agradable regalo de meterse en la cama con la sensación de las sábanas frescas?

Los estereotipos, esas ideas o concepciones social o grupalmente aceptadas y difíciles de cambiar, suelen formarse con la complicidad de los prejuicios, que conducen a opiniones, las más de las veces desfavorables, sobre lo que se conoce mal o, todavía peor, se desconoce. Con intenciones humorísticas y jocosas, son materia de chistes, muchas veces compuestos a partir de la procedencia de los interlocutores en el relato de la ocurrencia o la chanza.

Si se afirma, entonces, que uno de cada tres británicos solo lava las sábanas de la cama una vez al año, acaso no quepa el estereotipo, por la -dígase claro- extrema e impensable guarrería que conlleva. Y debería quedar desmentido, así, un estudio que, entre otras cosas, concluye con esa insalubre evidencia. Dado que, incluso tras una ducha antes de dormir, a la cama se llevan, además de litigios con la almohada cuando la cabeza no se serena, roces y cercanías del cuerpo -solitario o acompañado- que, con el paso del tiempo, ofrecen acomodo a sucias bacterias, en una morada propicia, entre células muertas, pelos, maquillaje, sudor, por no mentar otros fluidos corporales. Recomiendan los higienistas un lavado semanal de las sábanas, aunque la prórroga llegue a la quincena. Pero hacerlo una vez al año supone, en fin, la expresa manifestación de una pasmosa suciedad, un pecado capital ante al saludable mandamiento de la limpieza. Cuando, además, no haya circunstancias atenuantes que expliquen la dificultad insalvable o la "remolonería" en extremo y patológicamente "guarrona".

Quien dice la sábana dice la ropa interior. Uno de cada cuatro hombres y poco más de una de cada diez mujeres reconocen lavarla después de cinco usos, en lugar del higiénico hábito de cambiarla, en condiciones normales, una vez después de cada uso. Antigua es la recomendación de muchas madres para tener reservada una muda, sobre todo, si había que ir al médico. Y los vaqueros, recios y disimulados con su resistente tela azul de algodón, dos de cada diez encuestados manifiestan asimismo lavarlos una vez al año. No por razones medioambientales, ya que estudios hay que revelan la presencia de microfibras textiles en los océanos, originadas precisamente por el lavado de los vaqueros, sino por una guarrería doméstica.

¿Tanto cuesta el limpio y agradable regalo de meterse en la cama con la sensación de las sábanas frescas, aunque sean de franela?

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