Hace falta un libro

Los libros son espejismos y las librerías anacronismos intentando sobrevivir

Mi yo recorriendo una por una todas las librerías de Granada en un día de junio en el que a pesar de haber pasado el cuarenta de mayo hace frío. Hace frío en verano a veces pero nunca hace calor en invierno. Y el frío es de verdad, no ese frío del albor del día que termina pronto, es un frío que persiste, con viento frío y cielos nubosos grises y hasta lluvia recorriendo las calles subiendo cuestas andando hasta llegar al Cristo de la Yedra y seguir hasta Cartuja para encontrar la última librería. En las pequeñas librerías de los sábados, con empleados resistentes y minúsculas estanterías soy el único cliente, posiblemente el único del día, posiblemente el único de la semana mientras en las grandes repletas de todos los temas siempre hay clientes como en los supermercados. Las dos tienen algo en común, los dependientes realmente no saben qué libros tienen porque no les interesan lo más mínimo. Para ellos los libros son una base de datos de editoriales, autores, palabras clave que buscar para decir, no, de eso no tenemos nada. Puedo ayudarle en algo. No. No puede ayudarme en nada porque a pesar de que en su librería hay realmente muy pocos libros, no sabe absolutamente nada de ellos. Tampoco lo sabe el librero de segunda mano porque su tarea es sobrevivir, no saber qué libros tiene, cuáles tuvo y de cuáles no hay. Y aunque hacen falta millones y millones de libros que expliquen todas las cosas, en vez de cubrirse los huecos con nuevos libros con más detalles profundos sobre cualquier cosa, aparecen cada vez más y más huecos gracias a los parcos manuales sobre cualquier cosa que realmente no explican nada pero que se venden muy bien. Los secretos más ocultos siguen ocultos gracias a los nuevos alquimistas que son los profesores y los expertos que, celosos de que el resto del mundo sepa lo mismo que ellos y exista la más mínima posibilidad de que su sabiduría no sirva para nada al tener la posibilidad de conocerla todo el mundo, sueltan poco a poco migajas en apuntes y pdfs abstrusos en la nueva era del aprendizaje donde el esfuerzo ajeno por comprender lo incomprensible se da por más válido que el valor de una buena explicación. O una buena exposición escrita. Los libros son espejismos y las librerías anacronismos intentando sobrevivir. Y hace falta un libro o millones, pero no los habrá. Habrá que buscarlos en sábados de frío recorriendo calles interminables.

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