A Son de MAR

iNMACULADA uRÁN/jAVIER fORNIELES

Hechos y sandeces

No hay de qué preocuparse. Contamos con poderosas armas: una chica de 16 años encabeza la lucha del planeta

Hechos son que el espacio y el mar los hemos convertido en un basurero y que hasta consumir pescado se ha convertido en un peligro para la salud. Es un hecho que el clima cambia globalmente, pero también lo es que no tenemos capacidad para averiguar cómo funciona a gran escala ni cuáles son sus ciclos históricos. Su complejidad es tal que sabemos si el 'finde' hará sol y poco más. Un hecho es también que se produce una peligrosa contaminación por CO2 o que el mundo está superpoblado, pero no sabemos cómo resolverlo sin alterar nuestra forma de vivir. Y otro hecho es que la energía nuclear no puede ser la solución, pues ni controlamos los accidentes ni las consecuencias de unos daños que se miden por siglos.

No hay de todos modos por qué preocuparse. Contamos con poderosas armas: una chica de 16 años encabeza la lucha del planeta; el Real Madrid ha jugado de verde su último partido de liga para evitar el calentamiento del planeta; y el alcalde de Madrid, que es del Atlético, ha sido por fin desenmascarado por ser uno de los que provocan el fin del mundo. Nos ha faltado prohibir lo del "Volando voy, volando vengo" por apología de la contaminación, pero todo se andará.

A lo anterior se suma una liturgia destinada a calmar la mala conciencia previo pago de su importe. Si en la Edad Media, para aliviar las culpas, se tuvo la feliz ocurrencia de sacar las bulas al mercado, el invento ahora lo hemos perfeccionado. Los océanos son un estercolero, pero abonamos unos céntimos por la bolsa de plástico, subimos otro poco el recibo de la luz, y la calma reina en los espíritus y en los bolsillos de los afortunados. Que China, Rusia o los EE.UU. pasan del tema, mejor: así sacamos más pecho en los telediarios. Ya solo nos falta escuchar que se llevaron la estación a Huércal para prevenir las inundaciones por el calentamiento global y que lo de no tener un tren al menos decente ha sido para evitar la contaminación.

No sabemos si el nivel de los océanos subirá o no en las próximas décadas, pero lo que es seguro es que el nivel de tonterías supone un serio riesgo para un cerebro medio razonable. Y lo peor es que con este circo no oímos las propuestas sensatas y gastamos los recursos en personajes alucinados y en espectáculos televisivos. El clima puede ser que cambie, pero nosotros desde luego que no.

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