Desde casi siempre, se ha hablado del posible peronismo del Papa Bergoglio. En estos tiempos resurge esta idea porque Argentina se encuentra, una vez más, por do andar solía. Y ya van tropecientas. Otra vez está a pique de una suspensión de pagos (oficial, porque de hecho ya lo está). Debe ser la herencia más significativa de todas las que les dejó Felipe II de España, quien quebró la monarquía (o sea, el estado) al menos siete veces en los cuarenta y dos años que reinó (1556-1598). A los legos nos surge una pregunta: ¿devolvió Felipe II algo de lo que dejó a deber esas siete veces? Y Argentina, como buena heredera de la cultura española, ¿cuánto ha devuelto de sus múltiples quiebras? La verdad es que nadie ha visto a ninguno de sus presidentes llegarse a Washington, al Fondo Monetario Internacional, con un cheque al portador para liquidar algunos de los préstamos recibidos.

El palizón que se llevó en las "primarias" el presidente Macri generó esta enésima crisis y anticipa claramente que las elecciones de octubre las ganará el peronista Fernández. Y aquí viene a cuento lo del posible peronismo de Francisco. La principal característica del peronismo es la ambigüedad ideológica y el populismo (perdón por la redundancia). Y de ambas cualidades disfruta el actual Papa. Una prueba es que tanto los peronistas como los progresistas argentinos se alegraron oficialmente de su elección y lo consideraron una victoria propia; especialmente Cristina Fernández de Kichner, que fue la primera en ir a Roma a darle la enhorabuena por su entronización. La incógnita es a quién va a apoyar Francisco en las próximas elecciones generales argentinas. Nos inclinamos a pensar que apoyará al tándem Fernández y Fernández (Alberto y Cristina, no vayan a pensar en los policías gemelos de Tintín).

Mientras llega ese momento, en estos días Francisco ha hecho prácticas de alta política entrevistándose con Giuseppe Conte, encargado por el presidente Matarella de formar gobierno en Italia. Lo de Italia parece más fácil, porque su situación económica es sensata a pesar de la crisis. Nada que ver con la baja presión fiscal en Argentina, donde quieren pagar impuestos como en el tercer mundo y tener servicios públicos como en el primero. Encima, Macrí prometió bajarlos, igual que dicen aquí Casado y Rivera. Que también parecen Hernández y Fernández. Menudo ejemplo han tomado.

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