Hijos del rock and roll

Jorge encadena una canción tras otra dan-do cuenta de una guitarra asesina

Tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres, y ninguna era buena. Ahora son cuatro. Jorge Martinez es Nosferatu el vampiro vestido con una camisa de manga larga a rayas verticales negras y blancas y pantalón negro ceñido. El bajista es un tipo gordo y calvo vestido de negro. El teclista y segundo guitarra es un un tipo joven también vestido de negro y el batería es Jaime Beláustegui también vestido con una camisa a rayas verticales negras y blancas, eso sí, por fuera del pantalón. Es como si recalcaran que ellos dos, Jaime y Jorge son los únicos supervivientes de décadas de gloria y decaden-cia. Desde hace muchos años Ilegales son ya una banda integrada en el esta-blishment y lo corroboran las frecuentes apariciones de Jorge en los medios. Hasta en lo he visto en el programa de Cayetana Guillén Cuervo. Ahora se parecen más a una banda de rock al uso, tienen un equipo de roadies (pipas en español). Ha ampliado el trio básico de sus entretelas a cuatro con un teclista/guitarrista, algo raro ya que Jorge rara vez había permitido que al-guien le acompañase en las seis cuerdas. El espectáculo es más breve que de costumbre, metidos en medio de un bocadillo de grupos que no pintan gran cosa en los carteles, cuando son cabeza de cartel, lo que hace que Jorge no se pare entre canción y canción a decir chorradas, lo que es su fuerte. Sólo al final da su bendición urbi et orbe y ya no va de bravatas, machadas y su-premacismos. Supremacista es ahora la palabra de moda, por eso la pongo. Ahora ya es un hombre limpio que puede cantar eres una puta para que la coreen machistas, feministas, ecologistas y supremacistas. Y sin decir nada para adornar tan bellos cantos. Demuestra que no es una contradicción bra-mar eslóganes pacifistas y corear canciones belicistas. Canciones violentas, tiempos nuevos, tiempos salvajes. Jorge encadena una canción tras otra dan-do cuenta de una guitarra asesina. Ilegales es un grupo superviviente que sigue sacando discos dignos pero en el fondo y aunque haya blanqueado su alma debido a que el tiempo suaviza las formas, hay todavía ese pacto con Nosferatu que lo hace extrañamente joven y lleno de energía. Todavía valen para arrastrar a los hijos del rock and roll a los estadios, es decir, a los pe-queños campos de fútbol. A revivir el ritual de los integrados en el sistema que esa noche se desintegran y vibran. Chicos pálidos ya, para la máquina.

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