HIPÓCRITAS los que quieren extinguir la fiesta del toro y luego se enorgullecen de su defensa exacerbada de otras tradiciones de nuestro país; los que dicen apoyar al campo y se quedan con los euros del esfuerzo del agricultor; y los que se han propuesto acabar con los chiringuitos de la playa en beneficio de los intereses de no sé que ciudadanos; y los políticos que emergen en defensa de sus ciudades y provincias y siempre votan en contra de las propuestas del resto de los partidos; y los que hablan con orgullo y arrogancia de congelar sueldos de 4.000 y 5.000 euros cuando miles de almerienses no llegan a fin de mes; y los que lloraron con Haidar enarbolando la bandera del Sáhara y pasan a diario por al lado de los más desfavorecidos de la ciudad, aquellos que soportan el invierno sin techo, para los que nunca tienen limosna; también los dirigentes que ahora aplauden sin cesar el soterramiento después de luchar más de una década por un proyecto integral muy diferente al impuesto por el Ministerio de Fomento; y los que utilizan la inmigración para criticar al Gobierno pidiendo centros de acogida y más recursos cuando su reto principal siempre ha sido cerrar todas las fronteras y que no entre ni uno; y también los que solicitan un plan de saneamiento para un ayuntamiento del Poniente y no quieren que se investigue y rechazan con todas sus fuerzas una auditoría que sirva para esclarecer el agujero negro que ellos mismos han creado; y los alcaldes que han sido imputados y no dudan nunca en salir a la palestra para decir que no han hecho nada malo; los que venden ecologismo y son incapaces de separar los residuos en sus casas; los empresarios que nos hablan de crisis y pérdidas desde sus mansiones y yates de lujo después de dejar en la calle a cientos de trabajadores; y los que dicen que son del Almería y dejan de ir al Estadio Mediterráneo para ver por televisión los partidos del Madrid; y los que trabajan por enchufe y enchufan porque siempre están argumentando sus méritos propios; y los que aseguran que en Almería no hay vida cultural y no quieren pagar ni diez euros por ir al teatro; los que conducen y beben y siempre dan lecciones de pilotos de Fórmula 1; los que dicen que somos catetos y hablan de provincianismo para menospreciar a los ciudadanos porque se creen intelectuales; y los que llevan años clamando por la revitalización del centro pero no están dispuestos ni a abrir sus tiendas los sábados; y los que esperan a la Navidad para llamar a sus familiares...

Cuando diciembre entra en su recta final toca hacer balance y este primer capítulo se lo he dedicado a hipocresías varias. En el próximo, totalmente opuesto, trataré de reconocer a nuestros guerreros de la luz.

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