Muy conocida en el mundo literario y editorial, no lo es tanto por el gran público. Hija y nieta de maestras, Josefina Rodríguez Álvarez, nacida el 8 de marzo de 1926, se doctora en Pedagogía a fines de los cuarenta en Madrid, donde también entra en contacto con el grupo de jóvenes escritores que formarían la llamada Generación del 50: Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre, Luis Martín-Santos, Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio e Ignacio Aldecoa. Se casa con éste último y se inicia en la escritura traduciendo cuentos de Truman Capote por encargo. En 1959 funda en Madrid el Colegio Estilo, con una pedagogía basada en el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza anteriores a la Guerra Civil, un colegio laico, sin libros de texto y coeducativo (niños y niñas juntos) que asombrosamente sobrevivió durante todo el franquismo y ha llegado hasta nuestros días, ahora dirigido por su hija. Enviuda en 1969 y toma el apellido del marido, por el que será conocida en adelante. Tras un largo silencio, publica Los niños de la guerra (1983), Porque éramos jóvenes (1986) y otras novelas.

En 1990 publica Historia de una maestra, quizá con la intención de recordar que el moderno sistema educativo español fue en su origen laico. La novela, autobiográfica, si bien basada en la historia de su madre, se desarrolla en los años de la II República Española y refleja el enorme esfuerzo del Estado en la construcción de escuelas (los restos de algunas de ellas aún perduran en pueblos de nuestra provincia), la formación de maestras y maestros con un plan de estudios progresista y la dignificación del Magisterio de la época. Fue tal el desarrollo de la educación entonces, y tan importante su labor de modernización del país, que al término de la Guerra Civil el franquismo persiguió al Magisterio con especial saña, como símbolo que era del avance cultural que tanto denostaba el régimen en las clases populares. Escrita en un estilo sencillo, narra la pobreza de aquellos perdidos anejos en los que los maestros eran igual de pobres que el resto y les preocupaba la instrucción de la clase obrera para que pudiera tomar conciencia de su explotación a manos del terrateniente y el patrón. La novela formaba parte de una trilogía que incluía Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997), también autobiográficas. Josefina Aldecoa murió el 16 de marzo de 2011.