Historiadores expertos

Se pasan la vida dando vueltas a las mismas obras y autores y se revisten por ello de la condición de "expertos"

Hace unos diecisiete años que el historiador del arte Francisco Calvo Serraller pidió públicamente al Museo del Prado que creara una comisión "científica y técnica" que estudiase en profundidad la obra de Goya. De sus materiales, técnicas y componentes, a fin de que, con el tiempo, se pudiese hacer un catálogo razonado definitivo de este autor, "menos vacilante que el que tenemos ahora". Algunos años después, el entonces director del museo aludido, Miguel Zugaza, afirmó alegremente que las expertizaciones eran tan solo una cuestión de "autoridad", dejando vía libre a Mena para que, en consecuencia, procediera con su ansiada y arbitraria descatalogación de "El Coloso". Ello dio lugar a un tsunami de reacciones en contra -con Glendinning a la cabeza- que, en la práctica, han deslegitimado al Prado como institución de referencia en el estudio de la obra goyesca y ha provocado un permanente recelo y alerta en todo lo que a Goya atañe. La raíz del problema está en que hemos otorgado a los historiadores del arte un poder absoluto en el ámbito de la expertización de la obra de arte, una autoridad que los ha convertido en el único gremio de referencia para este menester. Desde hace un siglo el mundo de los museos es su territorio y se han apropiado de él con una virulencia -y arrogancia- verdaderamente notable. Sorprende que, sin haber dado una pincelada en su vida o haber modelado una escultura nunca, muchos hagan -desde su ignorancia- inconsistentes y falsas observaciones técnicas que venden como verdades de facto. Se pasan la vida dando vueltas a las mismas obras y a los mismos autores y se revisten por ello de la condición de "expertos". Pero cuando llega el momento de la verdad y surge alguna obra inédita, la mayoría se ponen de perfil y nunca dan un juicio concluyente. Sucede entonces que algunos son "expertos" que no se dedican a la expertización o, si emiten juicio, siempre lo encabezan con "podría ser". Otros son más osados y emiten informes y certificados de autenticidad previo pago. Cuanto más prestigioso es un artista, y especialmente si está muerto pues ya no tiene la posibilidad de contar la verdad, más historiadores oportunistas, ansiosos de gloria, se concitan en torno a él. La historia del arte es sólo eso, historia. Y los equipos profesionales de expertización de obras de arte deberían ser multidisciplinares, integrados por científicos, restauradores, historiadores y artistas, cuando menos.

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