Homenaje al odiador

Una adoctrinador por tanto del supremacismo, la exclusión y el odio, siempre al otro, como bandera

Hoy domingo, como cada 27 de noviembre, el PNV celebra el aniversario del fundador del partido Sabino Arana, ante su tumba en el cementerio vizcaíno de Sukarrieta, con ofrenda floral, dantzaris, txistularis y la loa final sobre su excelsa figura a cargo de los Urkullo, Ortuzar y demás dirigentes nacionalistas vascos que renovarán su compromiso con «la construcción de la patria vasca». Se viene haciendo desde hace más de un siglo. Pues qué bien. La cosa no merecería mayor atención si no habláramos de la dignificación pública de un racista y misógino, o sea, de montar una peregrinación colectiva a la tumba de un odiador fanatizado e irredento como fue Sabino Arana.

Y que tal festividad se siga oficiando en tiempos de la europeización democrática de este país, y ante el silencio vergonzante del resto de partidos políticos, resulta insólito: en ningún otro lugar de Europa sería legal un homenaje a un predicador del odio. Un sectario, sin término medio, que enarbolaba su visceralidad como pilar ideológico atribuyendo el origen de todos los males vascos al trato con los maketos españoles. Que resumía su lucha existencial solo en un "ellos o nosotros". Que ansiaba ver a España despedazada y "lo celebraría con fruición y verdadero júbilo".

Una adoctrinador por tanto del supremacismo, la exclusión y el odio, siempre el odio, al otro, como bandera. Y que más de un siglo después, se siga ensalzando tal simbología odiante, con su efecto retroalimentador xenófobo, que inoculó en un pueblo industrioso la fiebre étnica de ETA y sus delirios por la eliminación física del enemigo, sea maketo o sea vasco que no sintiera la patria vasca como ellos la idealizaban, no se entiende que quede al margen de las ostentosas Leyes para la «defensa de los valores democráticos» en la Memoria histórica. Ni que se ignore ese paradigma europeo, tras las sucesivas Guerras Mundiales, de apostar por la intolerancia al racismo. En Alemania se prohibió la glorificación del nacionalsocialismo y la alabanza de Hitler o los dirigentes nazis, cuya exaltación se castiga hoy con varios años de cárcel por considerarse un acto de incitación odio racial. Con el añadido de que el T. Constitucional alemán declaró que tal prohibición merecía superior protección que la libertad de expresión, al primar la dignidad social sobre el derecho individual. Pero aquí, no solo puedes ser racista, sino que incluso lo puedes festejar.

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