Huele a Maldito

Los malditos son muy necesarios para la cultura; aportan un plus de conocimiento imprescindible.

Pues yo no he sido, la verdad. Pero si tengo una crítica al respecto. Existe una cultura de los malditos muy alabada, y hasta considerada necesaria, y otra muy infravalorada y despreciada hasta el punto del ninguneo. El único criterio diferenciador entre los unos y los otros es el tiempo. Cuando hablamos en tiempo pasado todos los malditos, que ya fueron condenados y pagaron su deuda, ahora cuentan con su corona de laureles en los libros de historia. Por compensación se los toma como los grandes salvadores de algo: de su contexto, de su disciplina; o incluso se los toma como los impulsores de nuevas tendencias, o como sus grandes descubridores. Casi se podría decir que se los valora como héroes cervantinos. El reconocimiento está implícito tras el sufrimiento. Eso no quita que cuando se produjeron los grandes agravios los malditos no recriminasen a estos que ahora, y de forma hipócrita, los alaban. De hecho lo hicieron y murieron sin saber lo que después sucedería. ¿Pero qué ocurre con los malditos actuales? Cuando el tiempo es el presente la reacción de la sociedad es diferente. Todos acusan y maldicen sin valorar el merecimiento y la intención del esfuerzo del condenado. El maldito no tiene derecho ni a un juicio moral. Y ahora hablemos de Almería. Si hablamos en pasado está Agustín Gómez Arcos, el ahora reconocido gran escritor y entonces censurado. Y si hablamos en presente esta una persona cuyo apellido empieza por M (no voy a decir el nombre). M fue expulsado, represaliado, ninguneado y etc. Y todo por defender el pensamiento crítico y libre. Hoy día no vive en esta provincia. Se tuvo que marchar. Y ninguno de los que administran el poder de la cultura tiene palabas para él. Los culturetas no lo pronuncian. Tienen miedo. A mí todo esto me parece deleznable, patético y triste. Quien administra la cultura no debe centrarse solo en lo políticamente correcto porque si lo hace denota que en realidad no ama la cultura sino que solo ansia su cuota pública; sobre todo denota hipocresía. Los malditos que han dedicado su tiempo libre a la cultura; que han fomentado un bien cultural común; que han pensado en los demás, se merecen algo más que el ninguneo. No voy a decir quién es M. Pero M debe saber que lo admiro y que desde ahora tiene un seguidor. Enhorabuena por su trabajo, de verdad, y gracias por su empuje. Usted es muy útil y necesario.

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